Datos Personales

- Stella Maris Almeida
- Maestría Docente Usui Reiki Ryoho, Maestría Kundalini Reiki, Maestría en Sintonizaciones para la Ascención,Maestría Maitreya Reiki, Maestria Satori Shihan. Terapeuta Floral Bach,Bush,California,Sirio.
miércoles, 12 de septiembre de 2012
EL PODER DE NUESTRA VOZ
La voz es una herramienta imprescindible,en el rito del deshaogo físico o psíquico.
La emisión de voz cantada es una forma muy eficiente de elevar nuestra vibración personal. Hace más de 20 años que se descubrió científicamente que mediante nuestra voz y el sonido de instrumentos
acústicos musicales se puede conseguir la auto-destrucción de las de las células cancerosas y la curación de
infinidad de enfermedades. Según los últimos descubrimientos de física cuántica, estamos hechos mayoritariamente de vacío y energía vibrando a diferentes frecuencias.
Energía es igual a vibración, vibración es igual a sonido, sonido es igual a nota musical.
Con el poder de nuestra voz podemos modificar las frecuencias inarmónicas que nos están causando enfermedad,malestar, desequilibrios y bloqueos en nuestro campo energético, cuerpo y mente.
No es necesario saber cantar, ni tener conocimientos musicales, ni tan siquiera tener una bonita voz.
Cualquier persona que puede hablar, puede entonar y se puede beneficiar.
Si supiéramos que nuestra sanación está en nuestro interior, que no hay que buscarla fuera, y que la vibración de nuestra voz es el camino más rápido....
Una experiencia musical única.
A través de la voz y sus armónicos, y de la vibración pura de los cuencos de cuarzo y tibetanos se evocan instantes de paz, relajación, meditación, inspiración e intuición.
Mediante el sonido de la voz e instrumentos acústicos es posible alcanzar diferentes estados o niveles de conciencia.
Latiremos al unísono con la vibración del sonido y nuestro cuerpo que es inteligente por naturaleza, resonará con las frecuencias que le sean más afines a nivel terapéutico.
Traido por el viento y POR LOS OJOS DEL ALMA.
viernes, 24 de agosto de 2012
UN CASO DE ALOPECIA AREATA
DR
CASALE
En junio del 98 se presenta en mi consultorio una elegante rubia de 38 años de cabello lacio y largo que apenas toma asiento me dice muy angustiada: “Vengo a usted porque desde hace 3 años comencé con una calvicie en zonas y ningún médico ha conseguido encontrar su origen ni hacer algo por mí”.
Instintivamente miré intrigado hacia su cabeza, buscando algún signo llamativo en su cabellera que me indicara alguna anormalidad y ante mi sorpresa, retiró su peluca rubia dejando al descubierto un cráneo totalmente pelado.
La alopecia areata se caracteriza por formar aros circunscriptos de calvicie en cuero cabelludo, cejas y barba que en su avance termina ocupando la totalidad de las zonas. (Capitis totalis).
Se la considera de etiología desconocida pero los homeópatas ya estamos acostumbrados que cuando no se encuentra un origen patológico justificable, lejos de considerarla de “etiología desconocida”, debemos bucear en lo más profundo del alma humana, en los sentimientos y en las frustraciones que aquejan al paciente. Si no es congénito el origen, se trata de un desorden psicosomático y a él fue dirigido mi interrogatorio.
Resultó que era una buena empleada de una importante firma del interior y por sus valores organizativos y su amor propio volcado a su trabajo, es promovida a la gerencia de la firma. Si bien eso fue en sí un premio a su labor, opuestamente se encontró con un exceso de responsabilidad y falta de reconocimiento de sus colaboradores que le generaron mucha tensión de trabajo, algo que su amor propio no podía superar, tanto que al tocar el tema se notó un llanto contenido en los ojos. A esto se le agregaban tensiones en la casa por un marido también perfeccionista y exigente que no le daba la oportunidad de apoyo y consuelo que necesitaba.
Fue allí cuando aparecieron los primeros aros de alopecia en distintas zonas del cuero cabelludo, que paulatinamente y pese a los tratamientos estimulantes, lociones, antimicóticos (aunque no se diagnosticaron hongos ni lesiones foliculares), terminaron cubriendo toda la cabeza.
Por supuesto cada brote agregaba más ansiedad y minusvalía en la ya deteriorada salud mental de esta paciente que fue agriando su carácter y complicando su vida familiar y social, que incrementó su necesidad de afecto y sentimiento de amparo ante el stress de su vida.
Todos estos datos y otros generales, claramente me indicaban el origen nervioso de su alopecia; le receté Phosphorus 30 y luego mil por ser el remedio que más cubría la totalidad psicosomática; similitud que necesita la Homeopatía para poder curar.
Dos meses después todo estaba casi igual, habían caído los pocos pelos que quedaban en algunas zonas y reemplazados en algunos lugares por una tenue pelusa nueva, pero lo más destacable y que me convenció que estábamos en el buen camino fue su cambio de actitud.
Se notaba más tranquila (reconocido por toda la familia), disminuyó su ansiedad en el trabajo, tomando las cosas con otra predisposición.
Esta situación persistió hasta diciembre y en cada visita se notaban nuevas zonas con cabellos incipientes y su humor seguía estabilizado.
En esta ocasión consideré oportuno un nuevo estímulo y le receté Phosphorus 10 mil y Zincum 4ta., por ser un elemento necesario para el crecimiento del pelo. La paciente dejó de concurrir por varios meses, puesto que vive en el interior y le resultaba costoso el viaje, hasta que en una oportunidad vino al consultorio por otro problema. Lo primero que me dijo fue: “Doctor tíreme del pelo” . Ya no usaba peluca y tenía un bonito peinado corto, sólo que ya no era rubia, tenía su castaño natural.
Es sorprendente como el organismo es capaz de localizar su protesta en cualquier lugar del cuerpo cuando algo no está armonizado en nuestra psiquis. Todo el organismo sufre, sólo que tiende a localizarlo en las zonas menos comprometidas para la salud; en este caso el lugar elegido para expresarse fueron los cabellos.
ASMA Y ALERGIA DE PRIMAVERA
Estamos entrando en una nueva primavera y contrariamente a lo que la gente cree, no es en invierno donde predomina el asma, sino que se intensifica en la época de cambios climáticos que se producen en primavera y otoño.
Normalmente culpamos de esto a los cambios bruscos de temperatura, a las nochecitas frescas de septiembre, o a la sensibilidad pulmonar del asmático. Sin embargo, el asma y las alergias de piel están relacionadas con el hígado y es precisamente en primavera donde el biorritmo hepático ve acrecentada su energía en menoscabo del pulmón y de la piel.
Debo aclarar que se llama alergia a la respuesta enfermiza excesiva a elementos que normalmente no afectan al hombre. Se trata de un desorden interno de nuestra energía vital y nadie llega a ser alérgico si previamente no se ha desordenado esta energía. Esto es muy importante tenerlo en cuenta, porque a la hora de decidir una terapia que sea efectiva, necesariamente dejaremos de considerar al paciente como un enfermo de los pulmones o de la piel, y tendremos que tomarlo como una integridad que está alterada en su esencia vital.
De modo tal que no es el frío ni los cambios de tiempo los causales directos, sino que éstos actúan como desencadenantes de un desorden previamente establecido. Por eso es lamentable ver como se obliga a los niños asmáticos a cuidarse en demasía. ¡ No tomes frío, no corras, no te quites la campera, ponete la bufanda, etc.!, mientras tanto estos niños ven a sus compañeros jugar a la pelota prácticamente en cueros.
Si el asma es un desorden psicosomático, como lo son la mayoría de las enfermedades, estas recomendaciones sólo sirven para acrecentar la minusvalía del paciente alérgico ante sus amigos. La sobreprotección es sinónimo de acoso, de ahogo; al niño se lo separa del resto de los chicos, de los placeres de la comida y de los juegos, conducta que hace que el proceso se agrave.
La verdadera causa hay que buscarla en la disposición del paciente hacia el futuro, y quien no pueda superar las dificultades de integración, y no consiga elaborar una cierta base de seguridad para desempeñarse en la vida, se verá oprimido dentro de ella y esa opresión se reflejará en sus pulmones.
La minusvalía y la inseguridad son las causas psíquicas de la mayoría de los asmas infantiles que, al desordenar la fuerza vital predisponen al ahogo, y no un problema causado por el frío, no por mala alimentación; un niño bien tratado tiene que llegar a ser normal con respecto a los otros, soportando clima y comidas por igual.
La dieta no es fundamental, sólo es importante disminuir la ingesta de algunos alimentos, pero no prohibirlos en forma terminante. Es preferible dejar que el paciente tenga sus propios gustos, salvo en casos en que esté comprobado una intolerancia específica a determinados alimentos.
Los tests de alergia van dirigidos a neutralizar el efecto de ciertos alergenos. Por ejemplo, si un test determina que la frutilla le provoca reacción al paciente, las vacunas tienden a corregir este defecto; pero como el desorden energético subsiste, con el tiempo se desarrollará alergia a otra sustancia, luego a otra y a otra, y no es cuestión de seguir suprimiendo y suprimiendo alimentos. La única forma de tratarlo es concentrarse en el individuo, en su unidad psico-bioenergética, y no en un elemento que ocasionalmente está causando problemas. El tratamiento de vacunas va dirigido a las consecuencias, mientras que la restitución de la dinámica vital actúa sobre la causa y la quita de raíz, al brindar al paciente los elementos necesarios para desplegar su propia defensa.
Es el niño quien debe regular su alimentación y su abrigo, y esa regulación lo ayuda a desarrollar su personalidad, a independizarse y a reconocer sus valores. Sintetizando: nunca deben abrigarse “ según mamá” , darle la libertad para elegir y dejar de acosarlo. De todas maneras cuando se insiste en el exceso de abrigo, ya sea en la cama porque se destapa, o en la calle porque corre, sólo se logra que transpire, moje su ropa, y esa humedad le provoque una nueva crisis de asma. Dejemos dormir al niño con el mínimo de ropa, de esta manera necesitará de las cobijas, las que podrá regular a su gusto y no se destapará . El niño necesita también regular su vida y solucionar sus pequeños problemas, y no que le reemplacen su mente. En los juegos desarrollan su imaginación, su capacidad creativa y su entrenamiento para tomar decisiones futuras. El separarlo, aislarlo de esos juegos o regimentárselos, sólo aumenta su minusvalía que es el terreno donde se asienta el germen del asmático. A tal punto es así , que es de conocimiento público que la mayoría de los asmáticos mejoran en la pubertad, y eso se debe precisamente a que el jovencito comienza a valerse por sí mismo, a superar sus trabas psicológicas, en un lento proceso en el que logra desprenderse de la presión familiar, y en consecuencia también de la pulmonar.
Otra forma de opresión son los conflictos entre los padres y los problemas familiares, y en ese caso conviene complementar el tratamiento con la intervención de un psicólogo, para que el niño pueda superar esa dificultad. Por supuesto no son éstas las únicas causas psíquicas predisponentes, pero son las que más frecuentemente se ven en el consultorio.
El papel que le corresponde al medicamento homeopático, por poseer un efecto estimulante sobre la energía vital, es desarrollar una acción integradora considerando todos los factores, el orgánico pulmonar por supuesto, pero también las influencias sociales y psicológicas, es decir tratando al asmático en su ambiente.
La triada psíquica-somática-ambiental hace que el remedio elegido actúe sobre la fuerza vital en su totalidad, y no sobre la energía pulmonar exclusivamente.
Si el proceso asmático es de pocos años de evolución y no hay trastornos pulmonares serios, en el curso del año de tratamiento homeopático se puede lograr la cura total y sin dejar secuelas. Por eso la mejor época para iniciar la curación es durante la infancia y la adolescencia. En los adultos asmáticos de larga data o con complicaciones pulmonares irreversibles, se consiguen logros muy importantes que mejoran la calidad de vida, sin necesidad de utilizar corticoides o medicamentos agresivos.
ALGO MÁS SOBRE EL ASMA
Solo comprenderemos el tratamiento homeopático si asumimos que no es un tratamiento para curar el asma; cura el asma, si , pero porque cura al paciente asmático en totalidad, no solamente sus bronquios. Por lo tanto el medicamento se prescribe de acuerdo a la forma en que el asma se manifiesta en ese paciente.
Es muy importante relacionar sus síntomas, ya sean físicos o mentales, con las circunstancias que al paciente lo mejoran o empeoran y estas puede ser:
El factor emocional:
es fundamental en el asma y para conocerlo el homeópata necesita saber que motivó la enfermedad. Para ello tenemos que retrotraernos al comienzo de las crisis y reconocer que trastorno emocional fue el causante. Una cólera, un susto, una pena, un desengaño, una preocupación, son circunstancias capaces por su intensidad, no sólo agravar un cuadro asmático, sino que pueden ser el comienzo de la enfermedad. La misma inseguridad de un niño ante la vida puede ser la causa que inicie una crisis infantil.
El homeópata necesita indagar en la vida familiar del paciente y conocer su carácter, no para analizarlo o interpretarlo como lo hace el psicólogo o el psiquiatra, sino para tomarlo tal cual es con sus motivaciones y reacciones espontáneas.
Podemos concluir, entonces, que para el médico homeópata mas que la enfermedad cuenta el enfermo; jerarquiza la forma en que los síntomas se manifiestan en ese paciente, porque esos síntomas que refiere no ocurren por casualidad, ocurren porque él es esa persona y no otra. En ese sentido la responsabilidad del paciente es inmensa; él es el artífice junto con el médico de su propia curación, porque el médico prescribe en base a la observación estricta y minuciosa que él o sus familiares relatan de los síntomas.
El paciente no es objeto pasivo del tratamiento homeopático; en Homeopatía como en la vida misma, la persona está involucrada en su propia curación.
Las sensaciones subjetivas,
que son apreciaciones del propio enfermo, sutiles, personales, raras, no demostrables y muy individuales, adquieren importancia en Homeopatía. Pueden ser descriptas por el paciente como sensación de ardor, frío, astilla de madera, aguja de hielo, hormigueo, agrandamiento, constricción, sensación de tapón, de cuerpo extraño y podríamos seguir con una larga lista. Estas sensaciones son habitualmente desechadas en la historia clínica de la medicina convencional, y aun por el paciente que desconoce la invalorable importancia de estos síntomas.
Diferencias entre el diagnóstico clínico y el diagnóstico homeopático.
Siendo la homeopatía un método de tratamiento médico integral, no deja de realizar el diagnóstico de la enfermedad a tratar, de igual manera que lo hace la medicina alopática; sólo que, una vez conocida, recién comienza el interrogatorio homeopático. Necesitamos realizar un completo y minucioso examen para conocer al ser humano que está enfermo. Enfermedad y enfermo es toda una unidad que no puede disociarse si queremos curarlo integra y definitivamente.
Una historia homeopática completa necesita varios diagnósticos:
El primero, como ya dije, es el estudio clínico de la enfermedad similar al alopático.
Recién entonces, el homeópata avanza sobre el diagnóstico particular de cada paciente con todas las modalidades que lo identifican, para conseguir un enfoque holístico de la persona como una unidad psicológica, física y social.
Física como expresión de las modalidades de reacción de su cuerpo en totalidad ante el medio ambiente.
Psíquica como la reacción que la enfermedad imprime sobre su carácter, sus emociones y su voluntad.
Social como el comportamiento y la aceptación del paciente en respuesta al medio social donde vive.
La enfermedad se expresa a través de síntomas externos que delatan un problema profundamente enquistado dentro mismo de la persona, y la curación sólo se logrará cuando este desorden desaparezca.
Dentro del relato de un asmático , el médico concentra su mayor interés en la modalidad característica de este paciente, sobre los síntomas llamativos, raros y peculiares y todas las situaciones donde el proceso empeora o mejora (modalidades de agravación y mejoría).
Por ejemplo es normal que un asmático tenga dificultad para respirar; es un síntoma común a todos los pacientes que no nos orienta hacia ningún medicamento, pero no es tan común que algunos pacientes mejoren la fatiga sentados, con la cabeza apoyada sobre las rodillas; este es un síntoma que nos lleva hacia pocos remedios, sólo dos, Kali Carbónicum y Coccus Cacti.
En ese mismo sentido, tener tos también es común a la mayoría de los asmáticos, tampoco nos define al enfermo porque es parte integrante de la enfermedad, pero si la tos mejora por beber agua fría, individualiza más el problema y por ende al paciente y su remedio que es Coccus Cacti.
¿Porqué? Porque concuerdan en el mismo enfermo la postura con la cabeza sobre las rodillas y la mejoría de la tos por beber agua fría, algo observado en el medicamento Coccus Cacti cuando se hizo la experimentación correspondiente.
Coccus Cacti en su experimentación farmacológica es capaz de reproducir la postura y la tos que este paciente adopta para mejorarse y este medicamento activará estas características y otras que tenga el paciente del ejemplo, para estimular la curación no sólo de la crisis, sino del desorden que lo aqueja en totalidad.
Deportes al aire libre y vida sana Lo mejor para el asmatico
REFLEJOS
LO QUE EL ESPEJO NOS REFLEJA
Limpiar diariamente el espejo no mejora ni empeora al que se mira en él. No es la causa ni la solución. Ella está dentro de nosotros; lo que se ve es sólo la expresión de lo que nos está afectando.
El espejo tiene mucha participación en los cuentos infantiles y con razón, porque más que la figura refleja nuestro estado de ánimo, nuestras frustraciones y nuestras debilidades. Como en el cuento de la malvada de la “Bella Durmiente”, que sólo reparaba en su belleza, y sin embargo su expresión trasuntaba la envidia, los celos, la inseguridad y la insatisfacción interior que la llevó a la locura asesina; o como el cuento “El sastre del Rey” que ante el supuesto traje que sólo podían ver los justos, el mismo rey vería reflejada su desnudez. Sus debilidades, la vanidad, su falta de confianza en sí mismo que lo acosaba mentalmente, lejos de poder disimularse con el ropaje de reyes, la exhibía ante la mirada de su reino.
“Alicia en el País de las Maravillas” que crecía o se achicaba según las circunstancias, nosotros mismos crecemos en nuestra estima cuando nos vemos bien, pero disminuimos nuestro ánimo ante las primeras canas, las ojeras de una noche de insomnio o las arrugas que nos marcan la depresión, la desilusión o la tristeza.
El espejo no sólo refleja nuestra figura sino también la mirada, la expresión, el alma y los sentimientos. Todo es según el color con que se mira y nuestros problemas, conflictos interiores y nuestra propia salud están expresados en el gesto, sólo hay que saber verlo.
Como dije al principio el maquillaje sólo mejora el rostro pero no disimula la expresión.
Sirva esto como introducción para establecer la diferencia entre algunos tratamientos médicos y la homeopatía. Podemos “maquillar” los síntomas, calmar dolores, bajar algunas cifras en los análisis, disminuir las fiebres, pero son cosméticas que sólo sirven para vernos mejor ante el espejo, pero el trastorno interior, lo que no se ve y que es la verdadera causa de ellos, continuará marcando nuestro rostro.
Lo ideal es recoger todos los síntomas, los que se ven, que en su mayoría son físicos, y también los que no se ven pero presentes en el ánimo y en los sentimientos, o sea en la totalidad del paciente.
La homeopatía tiene la particularidad de realizar un interrogatorio completo con el paciente, tanto psíquico como físico, con los cuales por similitud busca interpretar lo más profundo de sus sentimientos y el desorden que lo perturba y que se manifiesta como expresión de enfermedad. Es con mucho la verdadera curación psicosomática , donde se profundiza lo espiritual de la enfermedad, y como en el espejo de los cuentos, interpreta la imagen en totalidad para poder encontrar el medicamento que movilice esa estructura enferma, llevando alivio al paciente. Quiero insistir en esto, la enfermedad no está en lo que se siente o se ve, eso es sólo su expresión en el cuerpo, la verdadera causa está en los conflictos internos a veces ignorados por el propio paciente, pero lo suficientemente intensos como para perturbar el fluctuante equilibrio de la salud.
Detrás de una erupción, de una psoriasis, un estado alérgico, está como causa desencadenante la indignación reprimida de un conflicto familiar o de trabajo. Un catarro crónico, una tos seca irreductible pese a una medicación, puede ser producto de la ansiedad de un evento, de un examen o de un cúmulo de responsabilidades.
Opresión del pecho, cólicos y diarreas, alteraciones menstruales, cefaleas y diría que la mayoría de las enfermedades crónicas, si lo sabemos ver, tienen su origen en desordenes emocionales y sólo lo podremos curar si la ficha médica reúne la suficiente profundidad de conocimientos para comprender la relación psico-somática-medioambiental en donde se desenvuelve el paciente a tratar.
Por estas razones en la mañana mientras nos peinamos es aconsejable vernos la cara, reparar en la frescura de la expresión y la sonrisa, si están presentes es porque el cuerpo está en salud, sino lo están es bueno que nos preguntemos ¿qué está pasando conmigo?.
LAS SIETE MANERAS DE MEDITAR MIENTRAS VIAJAS
1. Disfruta de ser un pasajero. Siempre estamos moviéndonos de un lado para otro… Así que aprovecha eso a tu favor y medita mientras viajas, mientras te mueves, mientras te desplazas de un lugar a otro.
Medita yendo en autobús, en tren, barco, avión o cualquier otro medio de transporte en el que no debas prestar atención al volante.
Simplemente, trata de meditar mientras estás quieto en tu asiento y te mueves de escenario.
¡Imagina ir en tren y lograr alejarte de todo el ruido y el estrés con solo cerrar los ojos y enfocarte en tu respiración!
2. Medita en tu alojamiento. Cualquier lugar es bueno para meditar siempre que te tengas algo de tranquilidad.
Así que ya sea en un hotel, una casa, un apartamento, frente al mar o en una terraza… Medita.
Olvídate de todas las distracciones, apaga el celular, ponte cómodo, relájate y medita durante al menos 15 minutos.
La cuestión es que intentes encontrar un momento de paz y silencio entre tanto movimiento; tu mente lo agradecerá y tu cuerpo también.
3. Medita mientras caminas. Caminar en una nueva ciudad es una forma increíble de apreciar cada detalle con el que nos encontramos.
No solo es una forma de expresión contemplativa, sino que además es una oportunidad única para descansar de las quejas internas, apartar la sensación de cansancio y disfrutar de un agradable paseo.
4. Medita en la naturaleza. Muchas experiencias de viaje se desarrollan en la naturaleza: jardines botánicos, reservas naturales, mares hambrientos de libertad, bosques o parques nacionales.
Sea cual sea tu caso, allá donde estés rodeado de la naturaleza tienes la oportunidad de meditar y contemplar a través de todos tus sentidos el paisaje que te rodea.
Siente los colores, escucha los sonidos, imprégnate de sus aromas, disfruta de la energía de la naturaleza y siéntete parte de lo que te rodea. ¡Es una sensación increíble!
5. La alimentación también cuenta. Otra manera interesante de incorporar la meditación durante tus viajes es a través de la comida.
Muchas veces cuando viajamos nos encontramos con alimentos que son desconocidos para nosotros, que jamás habíamos probado y con recetas distintas a las que estamos acostumbrados. Todo esto es una oportunidad única para abrir tu mente a nuevas experiencias, gustos y sensaciones.
Pero también es una sensación inigualable para meditar; así que presta atención a todos y cada uno de los ingredientes de cada plato, saboréalos con calma y come despacio para disfrutar de la experiencia.
Lo cierto es que ser totalmente consciente de todo el proceso de masticación, desde que ves el alimento hasta que lo tragas, es toda una experiencia de meditación.
6. Medita con sonidos. Meditar con sonidos es una de las formas más agradables y placenteras que existen de relajarse y a la vez tomar consciencia.
Cuando viajamos hay muchísimos sonidos que nos acompañan y se acomodan a nuestro paso… Aprovéchalos para desconectar durante unos instantes.
Céntrate en el ruido de la gente hablando en la calle, de la música en un bar, las campanadas en una iglesia cercana, el anuncio de un vuelo en un aeropuerto, la música en vivo… Escucha con atención y sé receptivo enfocándote en los sonidos que despierten en ti emociones placenteras y bienestar.
7. Expresa gratitud. La gratitud tiene un poder increíble.
Por eso, durante tu viaje, dedica una parte de tu tiempo a agradecer por todas esas experiencias que tuviste: por las personas que hicieron tu estancia mucho más agradable y fácil, por quienes cocinaron para ti, por haber podido visitar lugares tan extraordinarios, por el transporte…
Agradecer por todo lo que se vive es una forma única de estar en paz con uno mismo y estar abierto a la armonía, la paz y el bienestar.
Como ves, la meditación está hecha para viajar: no ocupa espacio y es una excelente compañera.
Si quieres vivir una experiencia mucho más enriquecedora, incorpora estos consejos a tus nuevos viajes y volverás todavía mejor que cuando te fuiste
sábado, 18 de febrero de 2012
Energía y Emociones

Conceptos Fundamentales
Energía:
La energía vital, a la que los chinos llaman CHI es la energía cósmica que llena TODO lo existente. Es como la vibración elemental que constituye el fundamento de toda vida fenoménica y que sólo puede ser captada en su manifestación exterior, como por ejemplo, la luz, el calor, la vibración etc.
Sin energía no hay existencia. Hasta lo más concreto como una roca, está compuesto por energía o sea que no podemos separarla de lo físico ni de lo mental ya que también la energía se manifiesta de forma psíquica (como el pensamiento). Todo es energía y el equilibrio de ésta es lo que garantiza el buen funcionamiento de las cosas.
Los chinos explicaban que para que haya orden es necesario un caos primero. A partir de ese caos es como las energías empiezan a moverse y organizarse, de modo que la enfermedad no es sino una manifestación de la energía en desorden para lograr su propia estabilidad.
Nuestro cuerpo vibra con la energía del universo, pero esta se manifiesta muchas formas como la energía alimenticia, la respiratoria, la ancestral, etc. A su vez, nuestro cuerpo está surcado por líneas de energía que los chinos llamaron JINGLUO (canales o meridianos). Cuando estas líneas están bloqueadas producen diferentes reacciones, tanto a nivel física como mental o emocional. Con el Masaje con esferas se vuelve a estabilizar el caudal energético en lo físico logrando su efecto en los otros dos.
VIBRACIÓN: La vibración, como dijimos, es una de las manifestaciones de la energía. Por ejemplo, una piedra arrojada en un estanque provoca círculos concéntricos que van expandiéndose hasta los límites del estanque abarcándolo todo; del mismo modo, esto se produce hacia el fondo del estanque (cosa que no podemos observar en forma visual), las mismas ondas se despliegan en toda el agua, pero también las mismas ondas se producen hacia arriba. O sea que desde el epicentro del estanque en donde se arrojó la piedra, inmediatamente se desplegó una esfera de vibración que se expande hacia el infinito, traspasando aún el estanque mismo.
Las vibraciones que nosotros percibimos físicamente, son limitadas, ya que existen infinitas vibraciones en el aire, en nuestro universo que no llegaremos nunca a percibir directamente, pero están y pueden medirse. Así como los radares de altísima frecuencia pueden recibir las vibraciones del cosmos y traducirlas para nuestro entendimiento, todas las ondas que permanentemente nos surcan son vibración. Cada frecuencia produce en nuestro organismo, respuestas diferentes. Nos damos cuenta por ejemplo, en una ecografía hecha a un bebé en el útero materno; el bebé recibe las ondas y estas traducen lo que está sucediendo dentro del útero (cosa que a simple vista no podemos observar), pero el bebé siente esas ondas y comienza a moverse inmediatamente y responde a la frecuencia que está recibiendo. Otro ejemplo es el de los ruidos, los ruidos nos producen alteración mental y cardiaca (entre otras), pero si en ese momento logramos aislarnos y poner música clásica nuestro ritmo cardíaco bajará y nuestra mente entrará en consonancia con esa música generando paz y bienestar.
Las esferas con sonido, producen vibraciones que llegan hasta lo más profundo de los puntos y canales de energía, libera las chacras (centros energéticos de nuestro cuerpo) y actúa en el campo áurico regulando la vibración en todos los niveles, desde el más físico hasta el más sutil.
En el aspecto físico, si movemos enérgicamente una esfera podremos sentir que el sonido llega un poco más allá de nuestra mano (algunas personas lo sienten hasta en el pecho), pero físicamente es limitado lo que podemos sentir, incluso después de un masaje completo sentimos nuestro cuerpo relajado y en calma.
En el aspecto mental, cuando movemos las esferas y generamos sonido, éste llega a calmar nuestra mente casi inmediatamente. A veces, cuando escuchamos el sonido nos trae recuerdos y emociones que tienen o no que ver con algún acontecimiento de nuestra vida presente y podemos inclusive hasta llorar o alegrarnos o sonreír, sólo con el hecho de ponernos en contacto con esa vibración.
En el aspecto energético de nuestro campo áurico, el sonido de las esferas va poniendo en sintonía los centros energéticos llamados chacras y desde allí va envolviendo todo nuestro cuerpo físico y mental, generando como un escudo de protección, en el que las vibraciones que producen desorden energético no llegan, debido a la sintonía con las vibraciones de bienestar. Esto sucede normalmente después de un masaje completo o de realizar la rotación y meditación seguidamente.
¿Porque nos enfermamos?
Vivimos en la naturaleza y nuestra vida está interrelacionada con ella. Algunos cambios, como los climáticos afectan directamente la energía del cuerpo. Por ejemplo en la cuatro estaciones. La primavera es tibia, el verano caliente, el otoño fresco y el invierno frío y nos vamos adaptando gradualmente ya que la energía Yang de la primavera y el verano hacen que la circulación sea superficial y la energía Yin del otoño e invierno hace que la circulación sea interna. Al no circular de forma apropiada, la energía, sea por cambios climáticos bruscos o por adaptación a diversas circunstancias, genera enfermedad; ya que el organismo responde al estímulo adverso. Al practicar actividades como Chi Kung o Kung Fu Chio se crean defensas para luchar contra estos desequilibrios, se desarrolla la habilidad reguladora del cuerpo y la mente y refuerza el sistema inmunológico.
La regulación de la mente es importante para la circulación de la energía, para estabilizar las siete emociones, que son: la ira, alegría, ansiedad, preocupación, tristeza, miedo y terror. Cuando estas siete emociones son normales, el organismo regula la energía y la enfermedad no se produce, pero frente al estímulo permanente de alguna de estas emociones, el cuerpo perderá el equilibrio de Yin y Yang, siendo incapaz de coordinar la circulación energética y entonces sobrevendrán las enfermedades.
El trabajo con las esferas promueve el desbloqueo y un equilibrio permanente de la energía, previniendo así muchos males.
LAS EMOCIONES Y LA SALUD:
Toda enfermedad comienza en un desorden vibracional, que es en la mayoría de los casos emocional, de manera que podremos prevenirla, poniendo especial atención a las manifestaciones orgánicas.
La alegría, la ira, la angustia, la ansiedad y el miedo son emociones normales, manifestaciones frente a un marco objetivo, una realidad determinada; sin embargo la excitación súbita o de duración prolongada, pueden perjudicar la salud, causar desórdenes funcionales de energía (Yang) y la sangre (Yin). Transformándose en factor patógeno.
LAS EMOCIONES:
Influencias sobre la energía.
Por la excesiva ira, la energía y la sangre ascienden.
Por la excesiva alegría la energía se dispersa.
La ansiedad y la reflexión la concentran.
La tristeza la disipa.
El miedo la hace descender, la perturba y desordena.
Influencias sobre los órganos:
La ira perjudica al hígado, pero también las afecciones hepáticas vuelven colérico a un individuo.
La alegría perjudica el corazón, mas los trastornos cardíacos vuelven al paciente jovial en exceso.
La ansiedad o la reflexión dañan al bazo, pero las afecciones esplénicas vuelven a la persona celosa y obsesiva.
La tristeza y la angustia perjudican a los pulmones, y las afecciones pulmonares vuelven a la persona melancólica y triste.
El miedo perjudica al riñón. Pero la insuficiencia renal vuelve a la persona temerosa.
La Medicina Tradicional China utiliza la ley de los 5 elementos para tratar las neuropatías, de modo que la ira lastima el hígado, la tristeza triunfa sobre la ira; la alegría en exceso lastima el corazón, el miedo triunfa sobre la inquietud; el miedo en exceso lastima el riñón, pero la reflexión triunfa sobre el miedo.
Estos principios son importantes para la psicoterapia y son la base de la terapéutica holística.
EQUILIBRIO ENERGETICO:
Realizar masaje periódicamente genera un equilibrio energético que regula la energía en general de todos los órganos poniendo en movimiento el ciclo de generación de las 5 energías principales: Madera, Fuego, Tierra, Metal y Agua que componen nuestro organismo, según la Medicina tradicional China. Con el tiempo de práctica, tanto de masaje como Auto masaje o Kung Fu de las manos (trabajo de movimiento), los efectos sobre la digestión, el metabolismo, la circulación, la excreción, la actividad sexual, glandular y celular son notorias. Mejora el estado de ánimo debido a la mejor circulación de la energía en las células. Se previene de esta forma el estancamiento de la energía en los canales, se la purifica favoreciendo todas las funciones, incluso a nivel mental y espiritual. Como la energía sigue la intención, al practicar asiduamente los movimientos se provoca un control conciente de la circulación y conocimiento de la propia energía, elevando de esa forma el nivel vibracional de la persona y brindando bienestar y protección.
domingo, 11 de septiembre de 2011
La Enfermedad Como Símbolo
De Groddeck a Lacan
Dª. Mª Luz Sánchez Escalada
EL lenguaje de los órganos
I. El Sistema de Defensa
Defender equivale a rechazar. El polo opuesto de rechazar es amar. Se ha definido el amor desde multitud de ángulos y en los planos más diversos, pero cada forma de amor puede reducirse al acto de dar acogida. En el amor, el ser humano abre barreras y deja entrar algo que estaba fuera de ellas. A estas barreras solemos llamar Yo (ego) y todo aquello que queda fuera de la propia identificación es para nosotros Tú (el otro). En el amor, esta barrera se abre para admitir a un Tú que, con la unión, se convertirá en Yo. Allí donde ponemos una barrera rechazamos y donde quitamos la barrera amamos. Desde Freud utilizamos la expresión de «mecanismo de defensa» para designar los resortes de la conciencia que impiden la penetración de elementos amenazadores procedentes del subconsciente.
Aquí conviene insistir en la ecuación microcosmos = macrocosmos, ya que todo repudio o rechazo de una manifestación procedente del entorno es siempre expresión externa de un rechazo psíquico interno. Todo rechazo consolida nuestro ego, ya que acentúa la separación. Por ello al ser humano la negación le resulta considerablemente más grata que la afirmación. Cada «no», cada resistencia, nos permite sentir nuestra frontera, nuestro Yo, mientras que, en cada «comunión» esta frontera se difumina: no nos sentimos a nosotros mismos. Es difícil expresar con palabras lo que son los mecanismos de defensa, ya que sólo se puede describir aquello que se reconoce, por lo menos, en otras personas. Los mecanismos de defensa son la suma de todo lo que nos impide ser perfectos y completos. En teoría es fácil definir en qué consiste el camino de la iluminación: en todo lo bueno.. Comulga con todo lo que es y serás uno con todo lo que es. Éste es el camino del amor.
Cada «sí, pero...» es una defensa que nos impide conseguir la unidad. Ahora empiezan las pintorescas estratagemas del ego que, en su afán de separación, no se priva de esgrimir las más piadosas, hábiles y nobles teorías.. Y así le hacemos el juego al mundo.
Los espíritus sagaces aducirán que, si todo lo que es, es bueno, también la defensa tiene que serlo. Desde luego, lo es, pues nos hace experimentar tanta fricción en un mundo polarizado que, para seguir adelante, no tenemos más remedio que discriminar, pero, a lo sumo, no es más que una ayuda que, al ser utilizada, se obvia a sí misma.. En el mismo sentido se justifica también la enfermedad a la que nosotros deseamos transmutar en salud cuanto antes.
Como las defensas psíquicas apuntan contra elementos del subconsciente catalogados de peligrosos y que, por lo tanto, tienen vedado el paso a la conciencia, así las defensas físicas se orientan contra enemigos «externos», llamados agentes patógenos o toxinas. Estamos tan acostumbrados a manejar despreocupadamente unos sistemas de valores montados por nosotros mismos que hemos llegado a convencernos de que son patrones absolutos. Pero en realidad no hay más enemigo que aquel al que nosotros declaramos como tal.
II. La Respiración
La respiración es un acto rítmico. Se compone de dos fases, inhalación y exhalación. La respiración es un buen ejemplo de la ley de la polaridad: los dos polos, inspiración y espiración, forman, con su constante alternancia, un ritmo. Un polo depende de su opuesto, y así la inspiración provoca la espiración, etc. También podemos decir que un polo no puede vivir sin el polo opuesto, porque, si destruimos una fase, desaparece también la otra. Un polo compensa el otro polo y los dos juntos forman un todo. Respiración es ritmo, el ritmo es la base de toda la vida. También podemos sustituir los dos polos de la respiración por los conceptos de contracción y relajación. Esta relación de inspiración–contracción y espiración–relajación se muestra claramente cuando suspiramos. Hay un suspiro de inspiración que provoca contracción y un suspiro de espiración que provoca relajación.
Por lo que se refiere al cuerpo, la función central de la respiración es un proceso de intercambio : por la inspiración el oxígeno contenido en el aire es conducido a los glóbulos rojos y en la espiración expulsamos el anhídrido carbónico. La respiración encierra la polaridad de acoger y expulsar, de tomar y dar. Con esto hemos hallado la simbología más importante de la respiración.
Goethe escribió:
En la respiración hay dos mercedes, una inspirar, la otra soltar el aire, aquélla colma, ésta refresca,
es la combinación maravillosa de la vida.
Todas las lenguas antiguas utilizan para designar el aliento la misma palabra que para alma o espíritu. Respirar viene del latín spirare y espíritu, de spiritus, raíz de la que se deriva también inspiración tanto en el sentido lato como en el figurado. En griego psyke significa tanto hálito como alma. En indostánico encontramos la palabra atman que tiene evidente parentesco con el atmen (respirar) alemán. En la India al hombre que alcanza la perfección se le llama Mahatma, que textualmente significa tanto «alma grande» como «aliento grande». La doctrina hindú nos enseña, también, que la respiración es portadora de la auténtica fuerza vital que el indio llama prana. En el relato bíblico de la Creación se nos cuenta que Dios infundió su aliento divino en la figura de barro convirtiéndola en una criatura «viva», dotada de alma.
Esta imagen indica bellamente cómo al cuerpo material, a la forma, se le infunde algo que no procede de la Creación: el aliento divino. Es este aliento, que viene de más allá de lo creado, lo que hace del hombre un ser vivo y dotado de alma. Ya estamos llegando al misterio de la respiración. La respiración actúa en nosotros, pero no nos pertenece . El aliento no está en nosotros, sino que nosotros estamos en el aliento. Por medio del aliento, nos hallamos constantemente unidos a algo que se encuentra más allá de lo creado, más allá de la forma. El aliento hace que esta unión con el ámbito metafísico (literalmente: con lo que está Detrás de la Naturaleza) no se rompa. Vivimos en el aliento como dentro de un gran claustro materno que abarca mucho más que nuestro ser pequeño y limitado —es la vida, ese secreto supremo que el ser humano no puede definir, no puede explicar— la vida sólo se experimenta abriéndose a ella y dejándose inundar por ella. La respiración es el cordón umbilical por el que esta vida viene a nosotros. La respiración hace que nos mantengamos en esta unión.
Aquí reside su importancia: la respiración impide que el ser humano se cierre del todo, se aísle, que haga impenetrable la frontera de su yo. Por muy deseoso que el ser humano esté de encapsularse en su ego, la respiración le obliga a mantener la unión con lo ajeno al yo. Recordemos que nosotros respiramos el mismo aire que respira nuestro enemigo. Es el mismo aire que respiran los animales y las plantas. La respiración nos une constantemente con todo. Por más que el hombre quiera aislarse, la respiración lo une con todo y con todos. El aire que respiramos nos une a unos con otros, nos guste o no. La respiración tiene algo que ver con «contacto» y «relajación».
Este contacto entre lo que viene de fuera y el cuerpo se produce en los alvéolos pulmonares. Nuestro pulmón tiene una superficie interna de unos setenta metros cuadrados, mientras que el área de nuestra piel no mide sino entre metro y medio y dos metros cuadrados. El pulmón es nuestro mayor órgano de contacto. Si observamos con más atención, distinguiremos las diferencias existentes entre los dos órganos de contacto del ser humano: pulmones y piel; el contacto de la piel es inmediato y directo. Es más comprometido y más intenso que el de los pulmones y, además, está sometido a nuestra voluntad. Uno puede tocar a otra persona o no tocarla. El contacto que establecemos con los pulmones es indirecto, pero obligatorio. No podemos evitarlo, ni siquiera cuando una persona nos inspira tanta antipatía que no podemos ni olerla, ni cuando otra nos impresiona tanto que nos deja sin aliento. Existe un síntoma de enfermedad que puede pasar de uno a otro de estos órganos de contacto: una erupción cutánea abortada puede manifestarse en forma de asma que, a su vez, con el correspondiente tratamiento, se convierte en erupción. El asma y la erupción cutánea corresponden al mismo tema: contacto, roce, relación. La resistencia a establecer contacto con todo el mundo por medio de la respiración se manifiesta, por ejemplo, en el espasmo respiratorio del asma.
Si seguimos repasando las frases hechas relacionadas con la respiración y con el aire veremos que hay situaciones en las que a uno le falta el aire, o no puede respirar a sus anchas. Con ello tocamos el tema de la libertad y la cohibición. Con el primer aliento empezamos nuestra vida y con el último la terminamos. Con el primer aliento damos también el primer paso por el mundo exterior al desprendernos de la unión simbiótica con la madre y hacernos autónomos, independientes, libres. Cuando a uno le cuesta respirar; ello suele ser señal de que teme dar por sí mismo los primeros pasos con libertad e independencia. La libertad le corta la respiración, es algo insólito que le produce temor. La misma relación entre libertad y respiración se advierte en el que sale de una situación de agobio y pasa a otra esfera en la que se siente «desahogado» o, simplemente, sale al exterior: lo primero que hace es inspirar profundamente, por fin puede respirar con libertad. También el proverbial ahogo que nos aqueja en circunstancias agobiantes es ansia de libertad y de espacio vital.
En resumen, la respiración simboliza los siguientes temas: ritmo, en el sentido de aceptar «tanto lo uno como lo otro»
Contracción – Relajación
Tomar – Dar
Contacto – Repudio
Libertad – Agobio
Respiración = Asimilación De La Vida
En las enfermedades respiratorias, procede hacerse las siguientes preguntas:
1.¿ Qué me impide respirar?
2.¿Qué es lo que no quiero admitir?
3.¿Qué es lo que no quiero expulsar?
4.¿Con qué no quiero entrar en contacto?
5.¿Tengo miedo de dar un paso en una nueva libertad?
III. La Digestión
Con la digestión ocurre algo muy parecido a lo de la respiración. Con la respiración tomamos entorno, lo asimilamos y expulsamos lo no asimilable. Otro tanto ocurre durante la digestión, si bien el proceso digestivo se hunde más profundamente en la materia del cuerpo. La respiración está regida por el elemento aire, mientras que la digestión pertenece al elemento tierra, es más material. Pero a la digestión le falta el ritmo perfectamente marcado de la respiración. En el elemento pesado de la tierra, la cadencia del proceso de asimilación y expulsión de los alimentos es menos perceptible y rápida.
La digestión también tiene una similitud con las funciones cerebrales, ya que el cerebro (es decir, la mente) procesa y digiere los elementos inmateriales de este mundo (porque no sólo de pan vive el hombre). Por medio de la digestión, procesamos elementos materiales de este mundo. La digestión abarca, pues:
1. Captación del mundo exterior en forma de elementos materiales.
2. Diferenciación entre lo asimilable y lo no asimilable.
3. Asimilación de las sustancias asimilables.
4. Expulsión de lo no digerible.
Antes de ocuparnos más detenidamente de los problemas que pueden presentarse durante la digestión, es conveniente considerar el simbolismo de la nutrición. Por los alimentos y comidas que prefiere cada cual pueden descubrirse muchas cosas (dime lo que comes y te diré quién eres). Será un buen ejercicio aguzar la mirada y la mente, de manera que, incluso en los procesos más habituales y rutinarios, podamos descubrir las relaciones —nunca fortuitas— que hay detrás de los fenómenos aparentes. Si a una persona le apetece algo determinado, ello expresa una preferencia y nos da un indicio sobre la personalidad del individuo. Cuando algo «no le apetece», esta aversión es tan reveladora como una respuesta a un test psicológico. El hambre se mueve por el afán de posesión, deseo de absorción, por una cierta codicia. Comer es satisfacer el deseo por medio de la ingestión, integración y asimilación.
El que tiene hambre de cariño y no puede saciarla, manifiesta este afán en el aspecto corporal en forma de hambre de golosinas. El hambre de golosinas siempre expresa un hambre de cariño no saciada. Queda patente el doble significado que se atribuye a lo dulce: cuando de una chica guapa decimos que es un bombón y que está para comérsela. El amor y lo dulce tienen una estrecha relación. El deseo de golosinas en los niños es claro indicio de que no se sienten lo bastante amados. Los padres suelen protestar de semejante imputación diciendo que ellos «harían cualquier cosa por su hijo». Pero «hacer cualquier cosa» no es forzosamente lo mismo que «amar». El que come caramelos anhela amor y seguridad. Es más fiable esta regla que la valoración de la propia capacidad de amar. También hay padres que atiborran de golosinas a sus hijos, con lo que indican que no están dispuestos a ofrecer amor a sus hijos, por lo que tratan de compensarles de otro modo.
Las personas que realizan un trabajo intelectual y tienen que pensar mucho muestran preferencia por los alimentos salados y los platos fuertes. Los muy conservadores tienen predilección por los alimentos en conserva, especialmente los ahumados y el té cargado que beben sin azúcar (en general, alimentos ricos en ácido tánico).
Los que gustan de comidas picantes denotan deseo de nuevas emociones. Son personas amantes de los desafíos, a pesar de que pueden ser indigestos, diametralmente opuestas a las que sólo comen cosas suaves: nada de sal ni especias. Estas personas rehuyen todo lo que sea novedad. Se desentienden de los retos y temen todo enfrentamiento. Este temor puede acentuarse hasta hacerles adoptar un régimen a base de papillas, como el del enfermo del estómago, acerca de cuya personalidad hablaremos más extensamente muy pronto. Las papillas son comidas de bebé, lo que indica claramente que el enfermo del estómago ha experimentado una regresión hasta la indiferenciación de la infancia, en la que no se puede elegir ni cortar y hay que renunciar hasta a morder y masticar (actividades estas en exceso agresivas) la comida. Este individuo evita tragar alimentos sólidos.
Un temor exagerado a las espinas simboliza el miedo a las agresiones. La preocupación por los huesos, miedo a los problemas —no se quiere llegar al meollo de la cuestión—. Pero también existe el grupo contrario: los macrobióticos. Estas personas van en busca de problemas a los que hincar el diente. Quieren desentrañar las cosas y prefieren los alimentos duros. Llegan hasta evitar los aspectos placenteros: a la hora del postre, eligen algo duro de roer. Los macrobióticos denotan así cierto miedo al amor y la ternura y su incapacidad para aceptar el amor.
Algunas personas llevan a tal extremo su afán de huir de los conflictos que acaban teniendo que ser alimentadas por vía intravenosa en una unidad de cuidados intensivos. Ésta es sin duda la forma más segura de vegetar sin tener que molestarse. Algunas personas llevan a tal extremo su afán de huir de los conflictos que acaban teniendo que ser alimentadas por vía intravenosa en una unidad de cuidados intensivos. Ésta es sin duda la forma más segura de vegetar sin tener que molestarse.
Los dientes
Los alimentos entran por la boca y en ella son triturados por los dientes. Con los dientes mordemos y masticamos. Morder es un acto muy agresivo, expresión de la capacidad de agarrar, sujetar y atacar. El perro enseña los dientes para demostrar su peligrosa agresividad; también nosotros decimos que vamos a «enseñar los dientes» a alguien cuando estamos decididos a defendernos. Una mala dentadura es indicio de que una persona tiene dificultad para manifestar su agresividad.
Esta relación se mantiene, a pesar de que hoy en día casi todo el mundo, incluso los niños, tiene caries. De todos modos, los síntomas colectivos no hacen sino señalar problemas colectivos. En todas las culturas socialmente desarrolladas de nuestra época, la agresividad se ha convertido en un grave problema. Se exige al ciudadano «adaptación social», lo que en realidad quiere decir: «represión de la agresividad». Esta agresividad reprimida de nuestro conciudadano, tan pacífico y socialmente adaptado, vuelve a salir a la luz del día en forma de «enfermedades» y, a la postre, afecta tanto a la comunidad social en esta forma pervertida como en su forma original. Por ello, las clínicas son los modernos campos de batalla de nuestra sociedad.
Aquí la agresividad reprimida libra una lucha sin cuartel contra sus poseedores. Aquí las personas sufren los efectos de sus propias maldades que durante toda su vida no se atrevieron a descubrir en sí mismas y a modificar conscientemente. A nadie debe sorprender que, en la mayoría de cuadros clínicos, nos tropecemos con la agresividad y la sexualidad. Son las dos problemáticas que el individuo de nuestro tiempo reprime con más fuerza. Quizás alguien argumentará que tanto la creciente criminalidad y la proliferación de la violencia como la ola de sexualidad desmiente nuestras palabras. A esto habría que responder que tanto la falta como la explosión de la agresividad son síntomas de represión. Una y otra no son sino fases distintas del mismo proceso. Cuando, en lugar de reprimir la agresividad, se le deja una parcela y se experimenta con esta energía, es posible integrar conscientemente la parte agresiva de la personalidad. Una agresividad integrada es energía y vitalidad al servicio de la personalidad total, que no caerá en los extremos de la mansedumbre empalagosa ni de las explosiones furibundas.
Pero este término medio tiene que cultivarse. Para ello debe ofrecerse al individuo la posibilidad de madurar por la experiencia. La agresividad reprimida sólo sirve para alimentar la sombra con la que habrá que lidiar después, cuando se presente bajo la forma pervertida de la enfermedad. Lo mismo puede decirse de la sexualidad y de todas las demás funciones psíquicas.
Volvamos a los dientes, que tanto en el cuerpo del animal como en el del ser humano representan agresividad y capacidad de dominio (abrirse paso a dentelladas). Generalmente, suele atribuirse la magnífica dentadura de algunos pueblos primitivos a la alimentación natural. Pero es que estos pueblos tratan la agresividad de formas muy diferentes. De todos modos, dejando aparte la problemática colectiva, el estado de los dientes también es revelador a escala individual. Además de la ya mentada agresividad, los dientes nos indican nuestra vitalidad (agresividad y vitalidad son sólo dos aspectos de una misma fuerza, y no obstante uno y otro concepto suscitan en nosotros asociaciones diferentes). Veamos la expresión: «A caballo regalado no le mires el diente». El refrán se refiere a la costumbre de mirar la boca al caballo que se va a comprar, para calcular la edad y vitalidad del animal por el estado de los dientes. La interpretación psicoanalítica de los sueños atribuye al sueño de la caída de los dientes una pérdida de energía y potencia.
Hay personas que hacen rechinar los dientes mientras duermen, algunas con tanta fuerza que hay que ponerles un aparato en la boca para que no se los desgasten de tanto rechinar. El simbolismo está claro. El rechinar de dientes es sinónimo reconocido de agresividad impotente. El que durante el día no puede ceder al deseo de morder, tiene que rechinar los dientes por la noche hasta desgastarlos y dejarlos romos...
El que tiene mala dentadura carece de vitalidad, de la capacidad de hincarle el diente a un problema. Por lo tanto, todo le resultará duro de roer. Los anuncios de dentífricos describen el objetivo con las palabras -«¡...dientes sanos y fuertes para morder mejor!».
La «tercera dentadura» permite simular una vitalidad y una energía de las que el individuo carece. Esta prótesis, como todas, es un engaño. Puede compararse a un aviso de «¡Cuidado con el perro!» que pusiera en la verja del jardín el dueño de un perrito faldero. Una dentadura postiza es sólo un «mordiente» comprado».
Las encías son la base de los dientes, su lecho. Las encías representan también la base de la vitalidad y agresividad, confianza y seguridad en sí mismo. La persona que carece de esta confianza y seguridad nunca conseguirá afrontar sus problemas de forma activa y vital, nunca tendrá valor para cascar las nueces duras ni militar activamente. La confianza es lo que proporciona el necesario soporte a esta facultad, del mismo modo que la encía soporta los dientes. Pero las encías sensibles que sangran con facilidad no sirven para ello. La sangre es símbolo de vida, y la encía sangrante nos indica cómo, a la menor contrariedad, se le va la vida a la confianza y a la seguridad en sí mismo.
Tragar
Una vez triturados los alimentos con los dientes, los ensalivamos y los tragamos. Con el acto de tragar integramos, admitimos: tragar es incorporar. Mientras tenemos algo en la boca podemos escupirlo. Una vez lo hemos tragado, el proceso es difícilmente reversible. Los trozos grandes son difíciles y hasta imposibles de tragar. A veces, en la vida uno tiene que tragar algo contra su voluntad, por ejemplo, un despido. Hay malas noticias que son difíciles de tragar.
Precisamente en estos casos, un poco de líquido puede facilitar la operación, especialmente si se trata de un buen trago. Del alcohólico se dice que traga mucho. Por lo general, el trago alcohólico sirve para facilitar o, incluso, sustituir otros tragos. Se traga alcohol porque en la vida hay otras cosas que uno no puede ni quiere tragar. Así, el alcohólico sustituye la comida por la bebida (beber mucho provoca pérdida del apetito), sustituye el trago duro y sólido por el suave y líquido, el trago de la botella.
Hay numerosos trastornos de la deglución, por ejemplo, el nudo en la garganta, o unas anginas, que producen la sensación de no poder tragar. En estos casos, el afectado debe preguntarse: ¿Qué hay actualmente en mi vida que yo no pueda o no quiera tragar? Entre estos trastornos figura el de la «aerofagia», afección que impulsa a tragar aire. Huelgan más explicaciones para descubrir lo que ocurre en estos casos. Hay algo que uno no quiere tragar, no quiere asimilar, pero disimula tragando aire. Esta resistencia encubierta contra la deglución se manifiesta después con eructos y ventosidades (literalmente: «pearse en algo»).
Náuseas y vómitos
Una vez hemos tragado el alimento, éste puede resultar indigesto, como si tuviéramos una piedra en el estómago. Ahora bien, la piedra, al igual que el hueso de la fruta, es símbolo de problema. Todos sabemos cómo puede bloquearnos el estómago y quitarnos el apetito un problema. El apetito depende en gran medida de la situación psíquica. Hay multitud de expresiones que señalan esta analogía entre los procesos psíquicos y somáticos:
Eso me ha quitado el apetito, o: Sólo de pensarlo me da mareo. O también: Nada más verlo se me revuelve el estómago. Eso me ha quitado el apetito, o: Sólo de pensarlo me da mareo. O también: Nada más verlo se me revuelve el estómago.
El mareo señala rechazo de algo que, por lo tanto, se nos sienta en la boca del estómago. También comer desordenada y atropelladamente puede producir mareo. Ello no ocurre sólo en el plano físico sino que una persona también puede tratar de embutir en su mente demasiadas cosas a la vez y provocarse una indigestión. La náusea culmina en el vómito del alimento. El individuo se libra de las cosas e impresiones que rechaza, que no quiere asimilar.. El vómito es una expresión categórica de defensa y repudio. Así el pintor judío Max Liebermann decía refiriéndose al estado de la política y del arte en Alemania después de 1933:
«¡No puedo comer todo lo que me gustaría vomitar!» Vomitar es «no aceptar». Esta relación se expresa claramente en los vómitos del embarazo. Aquí se expresa el rechazo inconsciente de la criatura o del semen que la mujer no quiere «incorporar». Siguiendo el razonamiento, los vómitos del embarazo también pueden expresar un rechazo de la función femenina (la maternidad).
El estómago
El lugar al que a continuación llega el alimento (no vomitado) es el estómago, cuya primera función es la de servir de recipiente. Él recibe todas las impresiones que vienen del exterior, lo que hay que digerir. La capacidad de recibir exige apertura, pasividad y capacidad de entrega. En virtud de estas propiedades, el estómago representa el polo femenino. Mientras que el principio masculino está caracterizado por la facultad de irradiar y por la actividad (elemento fuego), el principio femenino engloba la capacidad de aceptación, la abnegación, la sensibilidad y la facultad de recibir y guardar (elemento agua).
Lo que representa el elemento femenino en el terreno psíquico es la sensibilidad, el mundo de la percepción. Si un individuo reprime en la mente la capacidad de sentir, esta función pasa al cuerpo, y el estómago, además de los alimentos, tiene que admitir y digerir los sentimientos. En este caso, no es que el amor pase por el estómago sino que sentimos un peso en el estómago que más tarde o más temprano se manifestará como adiposidad.
Además de la facultad de recibir, en el estómago hallamos otra función, correspondiente ésta al polo masculino: producción de ácidos. Los ácidos atacan, corroen, descomponen: son inequívocamente agresivos. Una persona que sufre un disgusto dirá: Estoy amargado. Si la persona no consigue vencer este furor conscientemente o transmutarlo en agresión y se traga el mal humor, o traga bilis, su agresividad y su amargura se somatizan en ácidos estomacales. El estómago reacciona produciendo un ácido agresivo con el que pretende modificar y digerir unos sentimientos no materiales, empresa difícil y molesta que nos recuerda que no es conveniente tragarse el mal humor ni obligar al estómago a digerirlo. El ácido jugo gástrico aumenta porque quiere imponerse.
Pero esto acarrea problemas al enfermo del estómago, que carece de la capacidad de enfrentarse conscientemente con su mal humor y su agresividad, para resolver de modo responsable conflictos y problemas. El enfermo del estómago o no exterioriza su agresividad (se la traga) o demuestra una agresividad exagerada, pero ni un extremo ni el otro le ayudan a resolver el problema realmente, ya que carece de confianza y seguridad en sí mismo, sentimiento indispensable para que el individuo resuelva su problema, carencia a la que aludimos al tratar del tema Dientes–Encías. Todo el mundo sabe que el alimento mal masticado es difícilmente tolerable por un estómago excitado y con exceso de ácidos. Pero la masticación es agresión. Y cuando falta una buena masticación el estómago tiene que trabajar más y producir más ácidos. El enfermo del estómago es una persona que rehuye conflictos. Inconscientemente, añora la plácida niñez. Su estómago pide papilla. Y el enfermo del estómago se alimenta de cosas que han sido tamizadas por el pasapurés y que, por lo tanto, han demostrado ser inofensivas. Puede haber grumos. Los problemas se han quedado en el tamiz. El enfermo del estómago no tolera los alimentos crudos, por bastos, primitivos y peligrosos. Antes de que él se atreva con los alimentos, éstos tienen que ser sometidos al agresivo proceso de la cocción. El pan integral es indigesto, porque aún contiene muchos problemas. Todos los alimentos sabrosos, el alcohol, el café, la nicotina y los dulces representan un estímulo excesivo para el enfermo del estómago. La vida y la comida tienen que estar exentas de desafíos. El ácido gástrico produce una sensación de opresión que impide registrar nuevas impresiones.
La ingestión de medicamentos antiácidos suele provocar eructos, con el consiguiente alivio, ya que eructar es una manifestación agresiva hacia el exterior. Con esto uno ha hecho disminuir un poco la presión. La terapia que suele aplicar la medicina académica (por ejemplo, «Valium») refleja la misma relación: el medicamento interrumpe químicamente la unión entre la mente y el sistema vegetativo (llamado desacoplamiento psicovegetativo); paso que, en casos graves, se realiza también quirúrgicamente extirpando al enfermo de úlcera ciertas ramas nerviosas encargadas de la producción de ácidos (vagotomía). En ambos tratamientos prescritos por la medicina académica se corta la unión sentimiento–estómago, a fin de que el estómago no tenga que seguir digiriendo somáticamente los sentimientos. El estómago es desconectado de los estímulos exteriores. La estrecha relación existente entre la mente y la secreción gástrica es bien conocida desde los experimentos de Pavlov. (Por el procedimiento de hacer sonar una campana en el momento de poner la comida a los perros, Pavlov consiguió crear en los animales un reflejo condicionado, de manera que al cabo de algún tiempo bastaba el sonido de la campana para desencadenar la secreción gástrica que normalmente provoca la vista de la comida.).
La actitud básica de proyectar los sentimientos y la agresividad no hacia fuera sino hacia dentro, contra uno mismo provoca finalmente la úlcera de estómago. La úlcera es una llaga que se forma en la pared del estómago. El enfermo de úlcera, en lugar de digerir las impresiones del exterior, digiere el propio estómago. En rigor se trata de autofágia. El enfermo de estómago tiene que aprender a tomar conciencia de sus sentimientos, afrontar conscientemente los conflictos y digerir conscientemente las impresiones. Además, el paciente de úlcera debe admitir y reconocer sus deseos de dependencia infantil, de la protección materna y el afán de ser querido y mimado, incluso y precisamente cuando estos deseos estén bien disimulados tras una fachada de independencia, autoridad y aplomo. También aquí el estómago revela la verdad.
TRASTORNOS ESTOMACALES Y DIGESTIVOS
En trastornos estomacales y digestivos sería relevante hacerse las preguntas siguientes:
1.¿Qué es lo que no puedo o no quiero tragar?
2. ¿Me consumo interiormente?
3. ¿Cómo llevo mis sentimientos?
4. ¿Qué me amarga?
5. ¿Cómo llevo mi agresividad?
6. ¿En qué medida huyo de los conflictos?
7. ¿Hay en mi una añoranza reprimida de un paraíso infantil sin conflictos en el que se me quería y mimaba sin que yo tuviera que abrirme paso a mordiscos?
LAS TRIPAS: George Groddeck LAS TRIPAS: George Groddeck
Intestino delgado e intestino grueso
En el intestino delgado se produce la digestión propiamente dicha, mediante división en componentes (análisis) y asimilación. Llama la atención el parecido existente entre el intestino delgado y el cerebro.. Ambos tienen una misión similar: el cerebro digiere las impresiones en el plano mental y el intestino digiere las sustancias materiales. Las afecciones del intestino delgado suscitan la pregunta de si el individuo no estará analizando demasiado, ya que la función característica del intestino delgado es el análisis, la división, el detalle. Las personas con afecciones del intestino delgado suelen tender a un exceso de análisis y crítica, de todo tienen algo que decir. El intestino delgado es también un buen indicador de las angustias vitales; en el intestino delgado el alimento es valorado y «aprovechado». En el fondo de la preocupación por la valoración está la angustia vital, angustia de no recibir lo suficiente y morir de hambre.
Más raramente, los problemas del intestino delgado pueden denotar también lo contrario: falta de capacidad de crítica. Éste es el caso de las llamadas [Fettstuhlen] de la insuficiencia pancreática.
Uno de los síntomas que con más frecuencia se dan en la zona del intestino delgado es la diarrea. Vulgarmente se dice: Tener caca y también, Ése de miedo se lo hace en los pantalones. Tener caca significa tener miedo. En la diarrea tenemos la indicación de una problemática de angustia. El que tiene miedo no se entretiene en estudiar analíticamente las impresiones sino que las suelta sin digerir. No hay más remedio. Uno se retira a un lugar tranquilo y solitario donde puede dejar que las cosas sigan su curso. Con ello se pierde mucho líquido, ese líquido símbolo de la flexibilidad que sería necesaria para ampliar la angustiosa frontera del Yo y con ello vencer el miedo. Ya hemos dicho que el miedo siempre está asociado con lo estrecho y con el afán de aferrarse. La terapia del miedo consiste siempre en: soltarse y expandirse, adquirir flexibilidad, observar los acontecimientos: ¡dejarlo correr! El tratamiento de la diarrea suele limitarse a administrar al enfermo gran cantidad de líquidos.. Con ello recibe simbólicamente esa fluidez que necesita para ampliar sus horizontes, en los que experimenta el miedo. La diarrea, ya sea crónica o aguda, nos indica siempre que tenemos miedo y que tratamos de aferrarnos y nos enseña a soltar y dejar correr.
En el intestino grueso, la digestión ya ha terminado. Aquí lo único que se hace es extraer el agua del resto de los alimentos indigestibles. La afección más generalizada que se produce en esta zona es el estreñimiento, modelo genuino de resistencia: retención-tensión y obstinación-deseo de venganza.
Desde Groddeck, el psicoanálisis interpreta la defecación como un acto de dar y regalar. Para darnos cuenta de que simbólicamente la deposición tiene algo que ver con el dinero basta recordar una expresión común en Alemania de Geld–schieser (caga–dinero) y el cuento del asno de oro que, en lugar de estiércol, defecaba monedas de oro. Popularmente también se asocia el pisar deposiciones de perro con la perspectiva de recibir una suma de dinero. Estas indicaciones deben bastar para poner de manifiesto, sin recurrir a complicadas teorías, la relación simbólica existente entre excremento y dinero o entre defecar y dar.
Estreñimiento es expresión de la resistencia a dar, del afán de retener y está relacionado con la problemática de la avaricia. En nuestra época el estreñimiento es un síntoma muy extendido que padece la mayor parte de la gente. Indica claramente un exagerado afán de aferrarse a lo material (avaricia) y la incapacidad de ceder.
Pero al intestino grueso corresponde otro importante significado simbólico. Si el intestino delgado se relaciona con el pensamiento analítico consciente, el intestino grueso corresponde al inconsciente, en el sentido literal, al «submundo». El inconsciente es, desde el punto de vista mitológico, el reino de los muertos. El intestino grueso es también un reino de los muertos, ya que en él se encuentran las sustancias que no pueden ser convertidas en vida, es el lugar en el que puede producirse la fermentación. La fermentación es también un proceso de putrefacción y muerte. Si el intestino grueso simboliza el inconsciente, el lado nocturno del cuerpo, el excremento representa el contenido del inconsciente. Y ahora reconocemos claramente el otro significado del estreñimiento: es el miedo a dejar salir a la luz el contenido del inconsciente. Es la tentativa de retener fondos reprimidos. Las impresiones espirituales se acumulan y uno no consigue distanciarse de ellas.
El paciente estreñido, literalmente, no puede dejar nada tras sí. Por ello para la psicoterapia es de gran utilidad desbloquear el contenido del inconsciente haciendo que se manifieste, del mismo modo que se desbloquea el atasco corporal. El estreñimiento nos indica que tenemos dificultades para dar y soltar, que queremos retener tanto las cosas materiales como el contenido del inconsciente y no queremos que nada salga a la luz. Se llama colitis ulcerosa a una inflamación del intestino grueso que se manifiesta en forma aguda y tiende a hacerse crónica y produce dolores y frecuentes deposiciones de mucosidades sanguinolentas.
También aquí la voz popular demuestra sus grandes conocimientos psicosomáticos: en alemán se llama vulgarmente Schleimscheisser o Schleimer, es decir, «caga moco», al individuo hipócrita, obsequioso y adulador capaz de todo por congraciarse, incluso de sacrificar su personalidad, de renunciar a su vida propia a fin de vivir la vida de otro en una especie de unidad simbiótica. La sangre y la mucosidad son sustancias vitales, símbolos de la vida. (Los mitos de numerosos pueblos primitivos cuentan que la vida surgió del lodo o mucílago.) Sangre y moco pierde el que teme asumir su propia vida y su propia personalidad. Vivir la propia vida, empero, exige distanciarse del otro, lo cual provoca cierta soledad (pérdida de la simbiosis). De esto tiene miedo el que padece colitis. De miedo suda sangre y agua por el intestino.
Por el intestino (= el inconsciente) ofrece en sacrificio los símbolos de su propia vida: sangre y moco. Sólo puede ayudarle reconocer que cada cual ha de vivir su propia vida de forma responsable, porque, si no, la pierde.
El páncreas
El páncreas forma parte del aparato digestivo y tiene dos funciones principales: la exocrina, que consiste en la producción de los jugos gástricos esenciales, de carácter eminentemente agresivo, y la endocrina. Mediante la función endocrina, el páncreas produce la insulina. El déficit de producción de estas células da lugar a una afección muy frecuente: la diabetes (azúcar en la sangre). La palabra diabetes se deriva del verbo griego diabainain, que significa echar o pasar a través. En un principio, en Alemania, se llamó a esta enfermedad Zuckerharnruhr, es decir, literalmente, diarrea de azúcar . Si recordamos el simbolismo de la alimentación expuesto al principio de este capítulo, podemos traducir libremente la diarrea de azúcar por diarrea del amor . El diabético (por falta de insulina) no puede asimilar el azúcar contenido en los alimentos; el azúcar escapa de su cuerpo con la orina. Sólo sustituyendo la palabra azúcar por la palabra amor habremos expuesto con claridad el problema del diabético. Las cosas dulces no son sino sucedáneo de otras dulzuras. Detrás del deseo del diabético de saborear cosas dulces y su incapacidad para asimilar el azúcar y almacenarlo en las propias células está el afán no reconocido de la realización amorosa, unido a la incapacidad de aceptar el amor, de abrirse a él. El diabético —y esto es significativo— tiene que alimentarse de «sucedáneos»: sucedáneos para satisfacer unos deseos auténticos. La diabetes produce la hiperacidulación o avinagramiento de todo el cuerpo y puede provocar incluso un coma. Ya conocemos estos ácidos, símbolo de la agresividad. Una y otra vez, nos encontramos con esta polaridad de amor y agresividad, de azúcar y ácido (en mitología: Venus y Marte). El cuerpo nos enseña: el que no ama se agria; o, formulado más claramente: el que no sabe disfrutar se hace insoportable.
Sólo puede recibir amor el que es capaz de darlo: el diabético da amor sólo en forma de azúcar en la orina. El que no se deja impregnar no retiene el azúcar. El diabético quiere amor (cosas dulces), pero no se atreve a buscarlo activamente («¡A mí lo dulce no me conviene!»). Pero lo desea («¡Qué más quisiera, pero no puedo!»). No puede recibir, puesto que no aprendió a dar, y por lo tanto no retiene el amor en el cuerpo: no asimila el azúcar y tiene que expulsarlo. ¡Cualquiera no se amarga!
CONCLUSIONES
Esta revisión nos lleva a pensar ¿cómo es que un cuerpo habla?, ¿Cómo se manifiesta a través de él el dolor, la ausencia, el miedo, el enojo, la tristeza, etc.? ¿Cómo se manifiesta todo aquello que no puede ser nombrado sin embargo, que tampoco puede ser ignorado por la realidad psíquica? Cualquiera de estas emociones se convierte en un síntoma inscrito en alguna parte del cuerpo pero que es más tolerable que la emoción misma. Darle voz por si misma resultaría intolerable, amenazante para la psique.
El cuerpo con su propia forma de comunicación nos permite manifestar aquello que nos duele, que nos angustia, que nos da miedo, en un cuerpo se manifiesta una enfermedad que quizá representa el síntoma de algo que no ha sido nombrado, pero que habla a través de éste, ya que aquello que sucede en el afuera no es ajeno a lo que sucede en el interior. Hay una estrecha relación entre la emoción no dicha y un órgano que “habla” de aquello que el sujeto no puede poner en palabras. Es ahí donde se inscribe el fenómeno psicosomático que ha de interpretarse como la expresión de una emoción que ha logrado ser dominante en el organismo.
Para terminar esta presentación me permitiré citar un viejo refrán de Hipócrates que se ha sostenido y que en estos casos resulta particularmente importante. “No hay enfermedades, sino enfermos”
Dª. Mª Luz Sánchez Escalada
EL lenguaje de los órganos
I. El Sistema de Defensa
Defender equivale a rechazar. El polo opuesto de rechazar es amar. Se ha definido el amor desde multitud de ángulos y en los planos más diversos, pero cada forma de amor puede reducirse al acto de dar acogida. En el amor, el ser humano abre barreras y deja entrar algo que estaba fuera de ellas. A estas barreras solemos llamar Yo (ego) y todo aquello que queda fuera de la propia identificación es para nosotros Tú (el otro). En el amor, esta barrera se abre para admitir a un Tú que, con la unión, se convertirá en Yo. Allí donde ponemos una barrera rechazamos y donde quitamos la barrera amamos. Desde Freud utilizamos la expresión de «mecanismo de defensa» para designar los resortes de la conciencia que impiden la penetración de elementos amenazadores procedentes del subconsciente.
Aquí conviene insistir en la ecuación microcosmos = macrocosmos, ya que todo repudio o rechazo de una manifestación procedente del entorno es siempre expresión externa de un rechazo psíquico interno. Todo rechazo consolida nuestro ego, ya que acentúa la separación. Por ello al ser humano la negación le resulta considerablemente más grata que la afirmación. Cada «no», cada resistencia, nos permite sentir nuestra frontera, nuestro Yo, mientras que, en cada «comunión» esta frontera se difumina: no nos sentimos a nosotros mismos. Es difícil expresar con palabras lo que son los mecanismos de defensa, ya que sólo se puede describir aquello que se reconoce, por lo menos, en otras personas. Los mecanismos de defensa son la suma de todo lo que nos impide ser perfectos y completos. En teoría es fácil definir en qué consiste el camino de la iluminación: en todo lo bueno.. Comulga con todo lo que es y serás uno con todo lo que es. Éste es el camino del amor.
Cada «sí, pero...» es una defensa que nos impide conseguir la unidad. Ahora empiezan las pintorescas estratagemas del ego que, en su afán de separación, no se priva de esgrimir las más piadosas, hábiles y nobles teorías.. Y así le hacemos el juego al mundo.
Los espíritus sagaces aducirán que, si todo lo que es, es bueno, también la defensa tiene que serlo. Desde luego, lo es, pues nos hace experimentar tanta fricción en un mundo polarizado que, para seguir adelante, no tenemos más remedio que discriminar, pero, a lo sumo, no es más que una ayuda que, al ser utilizada, se obvia a sí misma.. En el mismo sentido se justifica también la enfermedad a la que nosotros deseamos transmutar en salud cuanto antes.
Como las defensas psíquicas apuntan contra elementos del subconsciente catalogados de peligrosos y que, por lo tanto, tienen vedado el paso a la conciencia, así las defensas físicas se orientan contra enemigos «externos», llamados agentes patógenos o toxinas. Estamos tan acostumbrados a manejar despreocupadamente unos sistemas de valores montados por nosotros mismos que hemos llegado a convencernos de que son patrones absolutos. Pero en realidad no hay más enemigo que aquel al que nosotros declaramos como tal.
II. La Respiración
La respiración es un acto rítmico. Se compone de dos fases, inhalación y exhalación. La respiración es un buen ejemplo de la ley de la polaridad: los dos polos, inspiración y espiración, forman, con su constante alternancia, un ritmo. Un polo depende de su opuesto, y así la inspiración provoca la espiración, etc. También podemos decir que un polo no puede vivir sin el polo opuesto, porque, si destruimos una fase, desaparece también la otra. Un polo compensa el otro polo y los dos juntos forman un todo. Respiración es ritmo, el ritmo es la base de toda la vida. También podemos sustituir los dos polos de la respiración por los conceptos de contracción y relajación. Esta relación de inspiración–contracción y espiración–relajación se muestra claramente cuando suspiramos. Hay un suspiro de inspiración que provoca contracción y un suspiro de espiración que provoca relajación.
Por lo que se refiere al cuerpo, la función central de la respiración es un proceso de intercambio : por la inspiración el oxígeno contenido en el aire es conducido a los glóbulos rojos y en la espiración expulsamos el anhídrido carbónico. La respiración encierra la polaridad de acoger y expulsar, de tomar y dar. Con esto hemos hallado la simbología más importante de la respiración.
Goethe escribió:
En la respiración hay dos mercedes, una inspirar, la otra soltar el aire, aquélla colma, ésta refresca,
es la combinación maravillosa de la vida.
Todas las lenguas antiguas utilizan para designar el aliento la misma palabra que para alma o espíritu. Respirar viene del latín spirare y espíritu, de spiritus, raíz de la que se deriva también inspiración tanto en el sentido lato como en el figurado. En griego psyke significa tanto hálito como alma. En indostánico encontramos la palabra atman que tiene evidente parentesco con el atmen (respirar) alemán. En la India al hombre que alcanza la perfección se le llama Mahatma, que textualmente significa tanto «alma grande» como «aliento grande». La doctrina hindú nos enseña, también, que la respiración es portadora de la auténtica fuerza vital que el indio llama prana. En el relato bíblico de la Creación se nos cuenta que Dios infundió su aliento divino en la figura de barro convirtiéndola en una criatura «viva», dotada de alma.
Esta imagen indica bellamente cómo al cuerpo material, a la forma, se le infunde algo que no procede de la Creación: el aliento divino. Es este aliento, que viene de más allá de lo creado, lo que hace del hombre un ser vivo y dotado de alma. Ya estamos llegando al misterio de la respiración. La respiración actúa en nosotros, pero no nos pertenece . El aliento no está en nosotros, sino que nosotros estamos en el aliento. Por medio del aliento, nos hallamos constantemente unidos a algo que se encuentra más allá de lo creado, más allá de la forma. El aliento hace que esta unión con el ámbito metafísico (literalmente: con lo que está Detrás de la Naturaleza) no se rompa. Vivimos en el aliento como dentro de un gran claustro materno que abarca mucho más que nuestro ser pequeño y limitado —es la vida, ese secreto supremo que el ser humano no puede definir, no puede explicar— la vida sólo se experimenta abriéndose a ella y dejándose inundar por ella. La respiración es el cordón umbilical por el que esta vida viene a nosotros. La respiración hace que nos mantengamos en esta unión.
Aquí reside su importancia: la respiración impide que el ser humano se cierre del todo, se aísle, que haga impenetrable la frontera de su yo. Por muy deseoso que el ser humano esté de encapsularse en su ego, la respiración le obliga a mantener la unión con lo ajeno al yo. Recordemos que nosotros respiramos el mismo aire que respira nuestro enemigo. Es el mismo aire que respiran los animales y las plantas. La respiración nos une constantemente con todo. Por más que el hombre quiera aislarse, la respiración lo une con todo y con todos. El aire que respiramos nos une a unos con otros, nos guste o no. La respiración tiene algo que ver con «contacto» y «relajación».
Este contacto entre lo que viene de fuera y el cuerpo se produce en los alvéolos pulmonares. Nuestro pulmón tiene una superficie interna de unos setenta metros cuadrados, mientras que el área de nuestra piel no mide sino entre metro y medio y dos metros cuadrados. El pulmón es nuestro mayor órgano de contacto. Si observamos con más atención, distinguiremos las diferencias existentes entre los dos órganos de contacto del ser humano: pulmones y piel; el contacto de la piel es inmediato y directo. Es más comprometido y más intenso que el de los pulmones y, además, está sometido a nuestra voluntad. Uno puede tocar a otra persona o no tocarla. El contacto que establecemos con los pulmones es indirecto, pero obligatorio. No podemos evitarlo, ni siquiera cuando una persona nos inspira tanta antipatía que no podemos ni olerla, ni cuando otra nos impresiona tanto que nos deja sin aliento. Existe un síntoma de enfermedad que puede pasar de uno a otro de estos órganos de contacto: una erupción cutánea abortada puede manifestarse en forma de asma que, a su vez, con el correspondiente tratamiento, se convierte en erupción. El asma y la erupción cutánea corresponden al mismo tema: contacto, roce, relación. La resistencia a establecer contacto con todo el mundo por medio de la respiración se manifiesta, por ejemplo, en el espasmo respiratorio del asma.
Si seguimos repasando las frases hechas relacionadas con la respiración y con el aire veremos que hay situaciones en las que a uno le falta el aire, o no puede respirar a sus anchas. Con ello tocamos el tema de la libertad y la cohibición. Con el primer aliento empezamos nuestra vida y con el último la terminamos. Con el primer aliento damos también el primer paso por el mundo exterior al desprendernos de la unión simbiótica con la madre y hacernos autónomos, independientes, libres. Cuando a uno le cuesta respirar; ello suele ser señal de que teme dar por sí mismo los primeros pasos con libertad e independencia. La libertad le corta la respiración, es algo insólito que le produce temor. La misma relación entre libertad y respiración se advierte en el que sale de una situación de agobio y pasa a otra esfera en la que se siente «desahogado» o, simplemente, sale al exterior: lo primero que hace es inspirar profundamente, por fin puede respirar con libertad. También el proverbial ahogo que nos aqueja en circunstancias agobiantes es ansia de libertad y de espacio vital.
En resumen, la respiración simboliza los siguientes temas: ritmo, en el sentido de aceptar «tanto lo uno como lo otro»
Contracción – Relajación
Tomar – Dar
Contacto – Repudio
Libertad – Agobio
Respiración = Asimilación De La Vida
En las enfermedades respiratorias, procede hacerse las siguientes preguntas:
1.¿ Qué me impide respirar?
2.¿Qué es lo que no quiero admitir?
3.¿Qué es lo que no quiero expulsar?
4.¿Con qué no quiero entrar en contacto?
5.¿Tengo miedo de dar un paso en una nueva libertad?
III. La Digestión
Con la digestión ocurre algo muy parecido a lo de la respiración. Con la respiración tomamos entorno, lo asimilamos y expulsamos lo no asimilable. Otro tanto ocurre durante la digestión, si bien el proceso digestivo se hunde más profundamente en la materia del cuerpo. La respiración está regida por el elemento aire, mientras que la digestión pertenece al elemento tierra, es más material. Pero a la digestión le falta el ritmo perfectamente marcado de la respiración. En el elemento pesado de la tierra, la cadencia del proceso de asimilación y expulsión de los alimentos es menos perceptible y rápida.
La digestión también tiene una similitud con las funciones cerebrales, ya que el cerebro (es decir, la mente) procesa y digiere los elementos inmateriales de este mundo (porque no sólo de pan vive el hombre). Por medio de la digestión, procesamos elementos materiales de este mundo. La digestión abarca, pues:
1. Captación del mundo exterior en forma de elementos materiales.
2. Diferenciación entre lo asimilable y lo no asimilable.
3. Asimilación de las sustancias asimilables.
4. Expulsión de lo no digerible.
Antes de ocuparnos más detenidamente de los problemas que pueden presentarse durante la digestión, es conveniente considerar el simbolismo de la nutrición. Por los alimentos y comidas que prefiere cada cual pueden descubrirse muchas cosas (dime lo que comes y te diré quién eres). Será un buen ejercicio aguzar la mirada y la mente, de manera que, incluso en los procesos más habituales y rutinarios, podamos descubrir las relaciones —nunca fortuitas— que hay detrás de los fenómenos aparentes. Si a una persona le apetece algo determinado, ello expresa una preferencia y nos da un indicio sobre la personalidad del individuo. Cuando algo «no le apetece», esta aversión es tan reveladora como una respuesta a un test psicológico. El hambre se mueve por el afán de posesión, deseo de absorción, por una cierta codicia. Comer es satisfacer el deseo por medio de la ingestión, integración y asimilación.
El que tiene hambre de cariño y no puede saciarla, manifiesta este afán en el aspecto corporal en forma de hambre de golosinas. El hambre de golosinas siempre expresa un hambre de cariño no saciada. Queda patente el doble significado que se atribuye a lo dulce: cuando de una chica guapa decimos que es un bombón y que está para comérsela. El amor y lo dulce tienen una estrecha relación. El deseo de golosinas en los niños es claro indicio de que no se sienten lo bastante amados. Los padres suelen protestar de semejante imputación diciendo que ellos «harían cualquier cosa por su hijo». Pero «hacer cualquier cosa» no es forzosamente lo mismo que «amar». El que come caramelos anhela amor y seguridad. Es más fiable esta regla que la valoración de la propia capacidad de amar. También hay padres que atiborran de golosinas a sus hijos, con lo que indican que no están dispuestos a ofrecer amor a sus hijos, por lo que tratan de compensarles de otro modo.
Las personas que realizan un trabajo intelectual y tienen que pensar mucho muestran preferencia por los alimentos salados y los platos fuertes. Los muy conservadores tienen predilección por los alimentos en conserva, especialmente los ahumados y el té cargado que beben sin azúcar (en general, alimentos ricos en ácido tánico).
Los que gustan de comidas picantes denotan deseo de nuevas emociones. Son personas amantes de los desafíos, a pesar de que pueden ser indigestos, diametralmente opuestas a las que sólo comen cosas suaves: nada de sal ni especias. Estas personas rehuyen todo lo que sea novedad. Se desentienden de los retos y temen todo enfrentamiento. Este temor puede acentuarse hasta hacerles adoptar un régimen a base de papillas, como el del enfermo del estómago, acerca de cuya personalidad hablaremos más extensamente muy pronto. Las papillas son comidas de bebé, lo que indica claramente que el enfermo del estómago ha experimentado una regresión hasta la indiferenciación de la infancia, en la que no se puede elegir ni cortar y hay que renunciar hasta a morder y masticar (actividades estas en exceso agresivas) la comida. Este individuo evita tragar alimentos sólidos.
Un temor exagerado a las espinas simboliza el miedo a las agresiones. La preocupación por los huesos, miedo a los problemas —no se quiere llegar al meollo de la cuestión—. Pero también existe el grupo contrario: los macrobióticos. Estas personas van en busca de problemas a los que hincar el diente. Quieren desentrañar las cosas y prefieren los alimentos duros. Llegan hasta evitar los aspectos placenteros: a la hora del postre, eligen algo duro de roer. Los macrobióticos denotan así cierto miedo al amor y la ternura y su incapacidad para aceptar el amor.
Algunas personas llevan a tal extremo su afán de huir de los conflictos que acaban teniendo que ser alimentadas por vía intravenosa en una unidad de cuidados intensivos. Ésta es sin duda la forma más segura de vegetar sin tener que molestarse. Algunas personas llevan a tal extremo su afán de huir de los conflictos que acaban teniendo que ser alimentadas por vía intravenosa en una unidad de cuidados intensivos. Ésta es sin duda la forma más segura de vegetar sin tener que molestarse.
Los dientes
Los alimentos entran por la boca y en ella son triturados por los dientes. Con los dientes mordemos y masticamos. Morder es un acto muy agresivo, expresión de la capacidad de agarrar, sujetar y atacar. El perro enseña los dientes para demostrar su peligrosa agresividad; también nosotros decimos que vamos a «enseñar los dientes» a alguien cuando estamos decididos a defendernos. Una mala dentadura es indicio de que una persona tiene dificultad para manifestar su agresividad.
Esta relación se mantiene, a pesar de que hoy en día casi todo el mundo, incluso los niños, tiene caries. De todos modos, los síntomas colectivos no hacen sino señalar problemas colectivos. En todas las culturas socialmente desarrolladas de nuestra época, la agresividad se ha convertido en un grave problema. Se exige al ciudadano «adaptación social», lo que en realidad quiere decir: «represión de la agresividad». Esta agresividad reprimida de nuestro conciudadano, tan pacífico y socialmente adaptado, vuelve a salir a la luz del día en forma de «enfermedades» y, a la postre, afecta tanto a la comunidad social en esta forma pervertida como en su forma original. Por ello, las clínicas son los modernos campos de batalla de nuestra sociedad.
Aquí la agresividad reprimida libra una lucha sin cuartel contra sus poseedores. Aquí las personas sufren los efectos de sus propias maldades que durante toda su vida no se atrevieron a descubrir en sí mismas y a modificar conscientemente. A nadie debe sorprender que, en la mayoría de cuadros clínicos, nos tropecemos con la agresividad y la sexualidad. Son las dos problemáticas que el individuo de nuestro tiempo reprime con más fuerza. Quizás alguien argumentará que tanto la creciente criminalidad y la proliferación de la violencia como la ola de sexualidad desmiente nuestras palabras. A esto habría que responder que tanto la falta como la explosión de la agresividad son síntomas de represión. Una y otra no son sino fases distintas del mismo proceso. Cuando, en lugar de reprimir la agresividad, se le deja una parcela y se experimenta con esta energía, es posible integrar conscientemente la parte agresiva de la personalidad. Una agresividad integrada es energía y vitalidad al servicio de la personalidad total, que no caerá en los extremos de la mansedumbre empalagosa ni de las explosiones furibundas.
Pero este término medio tiene que cultivarse. Para ello debe ofrecerse al individuo la posibilidad de madurar por la experiencia. La agresividad reprimida sólo sirve para alimentar la sombra con la que habrá que lidiar después, cuando se presente bajo la forma pervertida de la enfermedad. Lo mismo puede decirse de la sexualidad y de todas las demás funciones psíquicas.
Volvamos a los dientes, que tanto en el cuerpo del animal como en el del ser humano representan agresividad y capacidad de dominio (abrirse paso a dentelladas). Generalmente, suele atribuirse la magnífica dentadura de algunos pueblos primitivos a la alimentación natural. Pero es que estos pueblos tratan la agresividad de formas muy diferentes. De todos modos, dejando aparte la problemática colectiva, el estado de los dientes también es revelador a escala individual. Además de la ya mentada agresividad, los dientes nos indican nuestra vitalidad (agresividad y vitalidad son sólo dos aspectos de una misma fuerza, y no obstante uno y otro concepto suscitan en nosotros asociaciones diferentes). Veamos la expresión: «A caballo regalado no le mires el diente». El refrán se refiere a la costumbre de mirar la boca al caballo que se va a comprar, para calcular la edad y vitalidad del animal por el estado de los dientes. La interpretación psicoanalítica de los sueños atribuye al sueño de la caída de los dientes una pérdida de energía y potencia.
Hay personas que hacen rechinar los dientes mientras duermen, algunas con tanta fuerza que hay que ponerles un aparato en la boca para que no se los desgasten de tanto rechinar. El simbolismo está claro. El rechinar de dientes es sinónimo reconocido de agresividad impotente. El que durante el día no puede ceder al deseo de morder, tiene que rechinar los dientes por la noche hasta desgastarlos y dejarlos romos...
El que tiene mala dentadura carece de vitalidad, de la capacidad de hincarle el diente a un problema. Por lo tanto, todo le resultará duro de roer. Los anuncios de dentífricos describen el objetivo con las palabras -«¡...dientes sanos y fuertes para morder mejor!».
La «tercera dentadura» permite simular una vitalidad y una energía de las que el individuo carece. Esta prótesis, como todas, es un engaño. Puede compararse a un aviso de «¡Cuidado con el perro!» que pusiera en la verja del jardín el dueño de un perrito faldero. Una dentadura postiza es sólo un «mordiente» comprado».
Las encías son la base de los dientes, su lecho. Las encías representan también la base de la vitalidad y agresividad, confianza y seguridad en sí mismo. La persona que carece de esta confianza y seguridad nunca conseguirá afrontar sus problemas de forma activa y vital, nunca tendrá valor para cascar las nueces duras ni militar activamente. La confianza es lo que proporciona el necesario soporte a esta facultad, del mismo modo que la encía soporta los dientes. Pero las encías sensibles que sangran con facilidad no sirven para ello. La sangre es símbolo de vida, y la encía sangrante nos indica cómo, a la menor contrariedad, se le va la vida a la confianza y a la seguridad en sí mismo.
Tragar
Una vez triturados los alimentos con los dientes, los ensalivamos y los tragamos. Con el acto de tragar integramos, admitimos: tragar es incorporar. Mientras tenemos algo en la boca podemos escupirlo. Una vez lo hemos tragado, el proceso es difícilmente reversible. Los trozos grandes son difíciles y hasta imposibles de tragar. A veces, en la vida uno tiene que tragar algo contra su voluntad, por ejemplo, un despido. Hay malas noticias que son difíciles de tragar.
Precisamente en estos casos, un poco de líquido puede facilitar la operación, especialmente si se trata de un buen trago. Del alcohólico se dice que traga mucho. Por lo general, el trago alcohólico sirve para facilitar o, incluso, sustituir otros tragos. Se traga alcohol porque en la vida hay otras cosas que uno no puede ni quiere tragar. Así, el alcohólico sustituye la comida por la bebida (beber mucho provoca pérdida del apetito), sustituye el trago duro y sólido por el suave y líquido, el trago de la botella.
Hay numerosos trastornos de la deglución, por ejemplo, el nudo en la garganta, o unas anginas, que producen la sensación de no poder tragar. En estos casos, el afectado debe preguntarse: ¿Qué hay actualmente en mi vida que yo no pueda o no quiera tragar? Entre estos trastornos figura el de la «aerofagia», afección que impulsa a tragar aire. Huelgan más explicaciones para descubrir lo que ocurre en estos casos. Hay algo que uno no quiere tragar, no quiere asimilar, pero disimula tragando aire. Esta resistencia encubierta contra la deglución se manifiesta después con eructos y ventosidades (literalmente: «pearse en algo»).
Náuseas y vómitos
Una vez hemos tragado el alimento, éste puede resultar indigesto, como si tuviéramos una piedra en el estómago. Ahora bien, la piedra, al igual que el hueso de la fruta, es símbolo de problema. Todos sabemos cómo puede bloquearnos el estómago y quitarnos el apetito un problema. El apetito depende en gran medida de la situación psíquica. Hay multitud de expresiones que señalan esta analogía entre los procesos psíquicos y somáticos:
Eso me ha quitado el apetito, o: Sólo de pensarlo me da mareo. O también: Nada más verlo se me revuelve el estómago. Eso me ha quitado el apetito, o: Sólo de pensarlo me da mareo. O también: Nada más verlo se me revuelve el estómago.
El mareo señala rechazo de algo que, por lo tanto, se nos sienta en la boca del estómago. También comer desordenada y atropelladamente puede producir mareo. Ello no ocurre sólo en el plano físico sino que una persona también puede tratar de embutir en su mente demasiadas cosas a la vez y provocarse una indigestión. La náusea culmina en el vómito del alimento. El individuo se libra de las cosas e impresiones que rechaza, que no quiere asimilar.. El vómito es una expresión categórica de defensa y repudio. Así el pintor judío Max Liebermann decía refiriéndose al estado de la política y del arte en Alemania después de 1933:
«¡No puedo comer todo lo que me gustaría vomitar!» Vomitar es «no aceptar». Esta relación se expresa claramente en los vómitos del embarazo. Aquí se expresa el rechazo inconsciente de la criatura o del semen que la mujer no quiere «incorporar». Siguiendo el razonamiento, los vómitos del embarazo también pueden expresar un rechazo de la función femenina (la maternidad).
El estómago
El lugar al que a continuación llega el alimento (no vomitado) es el estómago, cuya primera función es la de servir de recipiente. Él recibe todas las impresiones que vienen del exterior, lo que hay que digerir. La capacidad de recibir exige apertura, pasividad y capacidad de entrega. En virtud de estas propiedades, el estómago representa el polo femenino. Mientras que el principio masculino está caracterizado por la facultad de irradiar y por la actividad (elemento fuego), el principio femenino engloba la capacidad de aceptación, la abnegación, la sensibilidad y la facultad de recibir y guardar (elemento agua).
Lo que representa el elemento femenino en el terreno psíquico es la sensibilidad, el mundo de la percepción. Si un individuo reprime en la mente la capacidad de sentir, esta función pasa al cuerpo, y el estómago, además de los alimentos, tiene que admitir y digerir los sentimientos. En este caso, no es que el amor pase por el estómago sino que sentimos un peso en el estómago que más tarde o más temprano se manifestará como adiposidad.
Además de la facultad de recibir, en el estómago hallamos otra función, correspondiente ésta al polo masculino: producción de ácidos. Los ácidos atacan, corroen, descomponen: son inequívocamente agresivos. Una persona que sufre un disgusto dirá: Estoy amargado. Si la persona no consigue vencer este furor conscientemente o transmutarlo en agresión y se traga el mal humor, o traga bilis, su agresividad y su amargura se somatizan en ácidos estomacales. El estómago reacciona produciendo un ácido agresivo con el que pretende modificar y digerir unos sentimientos no materiales, empresa difícil y molesta que nos recuerda que no es conveniente tragarse el mal humor ni obligar al estómago a digerirlo. El ácido jugo gástrico aumenta porque quiere imponerse.
Pero esto acarrea problemas al enfermo del estómago, que carece de la capacidad de enfrentarse conscientemente con su mal humor y su agresividad, para resolver de modo responsable conflictos y problemas. El enfermo del estómago o no exterioriza su agresividad (se la traga) o demuestra una agresividad exagerada, pero ni un extremo ni el otro le ayudan a resolver el problema realmente, ya que carece de confianza y seguridad en sí mismo, sentimiento indispensable para que el individuo resuelva su problema, carencia a la que aludimos al tratar del tema Dientes–Encías. Todo el mundo sabe que el alimento mal masticado es difícilmente tolerable por un estómago excitado y con exceso de ácidos. Pero la masticación es agresión. Y cuando falta una buena masticación el estómago tiene que trabajar más y producir más ácidos. El enfermo del estómago es una persona que rehuye conflictos. Inconscientemente, añora la plácida niñez. Su estómago pide papilla. Y el enfermo del estómago se alimenta de cosas que han sido tamizadas por el pasapurés y que, por lo tanto, han demostrado ser inofensivas. Puede haber grumos. Los problemas se han quedado en el tamiz. El enfermo del estómago no tolera los alimentos crudos, por bastos, primitivos y peligrosos. Antes de que él se atreva con los alimentos, éstos tienen que ser sometidos al agresivo proceso de la cocción. El pan integral es indigesto, porque aún contiene muchos problemas. Todos los alimentos sabrosos, el alcohol, el café, la nicotina y los dulces representan un estímulo excesivo para el enfermo del estómago. La vida y la comida tienen que estar exentas de desafíos. El ácido gástrico produce una sensación de opresión que impide registrar nuevas impresiones.
La ingestión de medicamentos antiácidos suele provocar eructos, con el consiguiente alivio, ya que eructar es una manifestación agresiva hacia el exterior. Con esto uno ha hecho disminuir un poco la presión. La terapia que suele aplicar la medicina académica (por ejemplo, «Valium») refleja la misma relación: el medicamento interrumpe químicamente la unión entre la mente y el sistema vegetativo (llamado desacoplamiento psicovegetativo); paso que, en casos graves, se realiza también quirúrgicamente extirpando al enfermo de úlcera ciertas ramas nerviosas encargadas de la producción de ácidos (vagotomía). En ambos tratamientos prescritos por la medicina académica se corta la unión sentimiento–estómago, a fin de que el estómago no tenga que seguir digiriendo somáticamente los sentimientos. El estómago es desconectado de los estímulos exteriores. La estrecha relación existente entre la mente y la secreción gástrica es bien conocida desde los experimentos de Pavlov. (Por el procedimiento de hacer sonar una campana en el momento de poner la comida a los perros, Pavlov consiguió crear en los animales un reflejo condicionado, de manera que al cabo de algún tiempo bastaba el sonido de la campana para desencadenar la secreción gástrica que normalmente provoca la vista de la comida.).
La actitud básica de proyectar los sentimientos y la agresividad no hacia fuera sino hacia dentro, contra uno mismo provoca finalmente la úlcera de estómago. La úlcera es una llaga que se forma en la pared del estómago. El enfermo de úlcera, en lugar de digerir las impresiones del exterior, digiere el propio estómago. En rigor se trata de autofágia. El enfermo de estómago tiene que aprender a tomar conciencia de sus sentimientos, afrontar conscientemente los conflictos y digerir conscientemente las impresiones. Además, el paciente de úlcera debe admitir y reconocer sus deseos de dependencia infantil, de la protección materna y el afán de ser querido y mimado, incluso y precisamente cuando estos deseos estén bien disimulados tras una fachada de independencia, autoridad y aplomo. También aquí el estómago revela la verdad.
TRASTORNOS ESTOMACALES Y DIGESTIVOS
En trastornos estomacales y digestivos sería relevante hacerse las preguntas siguientes:
1.¿Qué es lo que no puedo o no quiero tragar?
2. ¿Me consumo interiormente?
3. ¿Cómo llevo mis sentimientos?
4. ¿Qué me amarga?
5. ¿Cómo llevo mi agresividad?
6. ¿En qué medida huyo de los conflictos?
7. ¿Hay en mi una añoranza reprimida de un paraíso infantil sin conflictos en el que se me quería y mimaba sin que yo tuviera que abrirme paso a mordiscos?
LAS TRIPAS: George Groddeck LAS TRIPAS: George Groddeck
Intestino delgado e intestino grueso
En el intestino delgado se produce la digestión propiamente dicha, mediante división en componentes (análisis) y asimilación. Llama la atención el parecido existente entre el intestino delgado y el cerebro.. Ambos tienen una misión similar: el cerebro digiere las impresiones en el plano mental y el intestino digiere las sustancias materiales. Las afecciones del intestino delgado suscitan la pregunta de si el individuo no estará analizando demasiado, ya que la función característica del intestino delgado es el análisis, la división, el detalle. Las personas con afecciones del intestino delgado suelen tender a un exceso de análisis y crítica, de todo tienen algo que decir. El intestino delgado es también un buen indicador de las angustias vitales; en el intestino delgado el alimento es valorado y «aprovechado». En el fondo de la preocupación por la valoración está la angustia vital, angustia de no recibir lo suficiente y morir de hambre.
Más raramente, los problemas del intestino delgado pueden denotar también lo contrario: falta de capacidad de crítica. Éste es el caso de las llamadas [Fettstuhlen] de la insuficiencia pancreática.
Uno de los síntomas que con más frecuencia se dan en la zona del intestino delgado es la diarrea. Vulgarmente se dice: Tener caca y también, Ése de miedo se lo hace en los pantalones. Tener caca significa tener miedo. En la diarrea tenemos la indicación de una problemática de angustia. El que tiene miedo no se entretiene en estudiar analíticamente las impresiones sino que las suelta sin digerir. No hay más remedio. Uno se retira a un lugar tranquilo y solitario donde puede dejar que las cosas sigan su curso. Con ello se pierde mucho líquido, ese líquido símbolo de la flexibilidad que sería necesaria para ampliar la angustiosa frontera del Yo y con ello vencer el miedo. Ya hemos dicho que el miedo siempre está asociado con lo estrecho y con el afán de aferrarse. La terapia del miedo consiste siempre en: soltarse y expandirse, adquirir flexibilidad, observar los acontecimientos: ¡dejarlo correr! El tratamiento de la diarrea suele limitarse a administrar al enfermo gran cantidad de líquidos.. Con ello recibe simbólicamente esa fluidez que necesita para ampliar sus horizontes, en los que experimenta el miedo. La diarrea, ya sea crónica o aguda, nos indica siempre que tenemos miedo y que tratamos de aferrarnos y nos enseña a soltar y dejar correr.
En el intestino grueso, la digestión ya ha terminado. Aquí lo único que se hace es extraer el agua del resto de los alimentos indigestibles. La afección más generalizada que se produce en esta zona es el estreñimiento, modelo genuino de resistencia: retención-tensión y obstinación-deseo de venganza.
Desde Groddeck, el psicoanálisis interpreta la defecación como un acto de dar y regalar. Para darnos cuenta de que simbólicamente la deposición tiene algo que ver con el dinero basta recordar una expresión común en Alemania de Geld–schieser (caga–dinero) y el cuento del asno de oro que, en lugar de estiércol, defecaba monedas de oro. Popularmente también se asocia el pisar deposiciones de perro con la perspectiva de recibir una suma de dinero. Estas indicaciones deben bastar para poner de manifiesto, sin recurrir a complicadas teorías, la relación simbólica existente entre excremento y dinero o entre defecar y dar.
Estreñimiento es expresión de la resistencia a dar, del afán de retener y está relacionado con la problemática de la avaricia. En nuestra época el estreñimiento es un síntoma muy extendido que padece la mayor parte de la gente. Indica claramente un exagerado afán de aferrarse a lo material (avaricia) y la incapacidad de ceder.
Pero al intestino grueso corresponde otro importante significado simbólico. Si el intestino delgado se relaciona con el pensamiento analítico consciente, el intestino grueso corresponde al inconsciente, en el sentido literal, al «submundo». El inconsciente es, desde el punto de vista mitológico, el reino de los muertos. El intestino grueso es también un reino de los muertos, ya que en él se encuentran las sustancias que no pueden ser convertidas en vida, es el lugar en el que puede producirse la fermentación. La fermentación es también un proceso de putrefacción y muerte. Si el intestino grueso simboliza el inconsciente, el lado nocturno del cuerpo, el excremento representa el contenido del inconsciente. Y ahora reconocemos claramente el otro significado del estreñimiento: es el miedo a dejar salir a la luz el contenido del inconsciente. Es la tentativa de retener fondos reprimidos. Las impresiones espirituales se acumulan y uno no consigue distanciarse de ellas.
El paciente estreñido, literalmente, no puede dejar nada tras sí. Por ello para la psicoterapia es de gran utilidad desbloquear el contenido del inconsciente haciendo que se manifieste, del mismo modo que se desbloquea el atasco corporal. El estreñimiento nos indica que tenemos dificultades para dar y soltar, que queremos retener tanto las cosas materiales como el contenido del inconsciente y no queremos que nada salga a la luz. Se llama colitis ulcerosa a una inflamación del intestino grueso que se manifiesta en forma aguda y tiende a hacerse crónica y produce dolores y frecuentes deposiciones de mucosidades sanguinolentas.
También aquí la voz popular demuestra sus grandes conocimientos psicosomáticos: en alemán se llama vulgarmente Schleimscheisser o Schleimer, es decir, «caga moco», al individuo hipócrita, obsequioso y adulador capaz de todo por congraciarse, incluso de sacrificar su personalidad, de renunciar a su vida propia a fin de vivir la vida de otro en una especie de unidad simbiótica. La sangre y la mucosidad son sustancias vitales, símbolos de la vida. (Los mitos de numerosos pueblos primitivos cuentan que la vida surgió del lodo o mucílago.) Sangre y moco pierde el que teme asumir su propia vida y su propia personalidad. Vivir la propia vida, empero, exige distanciarse del otro, lo cual provoca cierta soledad (pérdida de la simbiosis). De esto tiene miedo el que padece colitis. De miedo suda sangre y agua por el intestino.
Por el intestino (= el inconsciente) ofrece en sacrificio los símbolos de su propia vida: sangre y moco. Sólo puede ayudarle reconocer que cada cual ha de vivir su propia vida de forma responsable, porque, si no, la pierde.
El páncreas
El páncreas forma parte del aparato digestivo y tiene dos funciones principales: la exocrina, que consiste en la producción de los jugos gástricos esenciales, de carácter eminentemente agresivo, y la endocrina. Mediante la función endocrina, el páncreas produce la insulina. El déficit de producción de estas células da lugar a una afección muy frecuente: la diabetes (azúcar en la sangre). La palabra diabetes se deriva del verbo griego diabainain, que significa echar o pasar a través. En un principio, en Alemania, se llamó a esta enfermedad Zuckerharnruhr, es decir, literalmente, diarrea de azúcar . Si recordamos el simbolismo de la alimentación expuesto al principio de este capítulo, podemos traducir libremente la diarrea de azúcar por diarrea del amor . El diabético (por falta de insulina) no puede asimilar el azúcar contenido en los alimentos; el azúcar escapa de su cuerpo con la orina. Sólo sustituyendo la palabra azúcar por la palabra amor habremos expuesto con claridad el problema del diabético. Las cosas dulces no son sino sucedáneo de otras dulzuras. Detrás del deseo del diabético de saborear cosas dulces y su incapacidad para asimilar el azúcar y almacenarlo en las propias células está el afán no reconocido de la realización amorosa, unido a la incapacidad de aceptar el amor, de abrirse a él. El diabético —y esto es significativo— tiene que alimentarse de «sucedáneos»: sucedáneos para satisfacer unos deseos auténticos. La diabetes produce la hiperacidulación o avinagramiento de todo el cuerpo y puede provocar incluso un coma. Ya conocemos estos ácidos, símbolo de la agresividad. Una y otra vez, nos encontramos con esta polaridad de amor y agresividad, de azúcar y ácido (en mitología: Venus y Marte). El cuerpo nos enseña: el que no ama se agria; o, formulado más claramente: el que no sabe disfrutar se hace insoportable.
Sólo puede recibir amor el que es capaz de darlo: el diabético da amor sólo en forma de azúcar en la orina. El que no se deja impregnar no retiene el azúcar. El diabético quiere amor (cosas dulces), pero no se atreve a buscarlo activamente («¡A mí lo dulce no me conviene!»). Pero lo desea («¡Qué más quisiera, pero no puedo!»). No puede recibir, puesto que no aprendió a dar, y por lo tanto no retiene el amor en el cuerpo: no asimila el azúcar y tiene que expulsarlo. ¡Cualquiera no se amarga!
CONCLUSIONES
Esta revisión nos lleva a pensar ¿cómo es que un cuerpo habla?, ¿Cómo se manifiesta a través de él el dolor, la ausencia, el miedo, el enojo, la tristeza, etc.? ¿Cómo se manifiesta todo aquello que no puede ser nombrado sin embargo, que tampoco puede ser ignorado por la realidad psíquica? Cualquiera de estas emociones se convierte en un síntoma inscrito en alguna parte del cuerpo pero que es más tolerable que la emoción misma. Darle voz por si misma resultaría intolerable, amenazante para la psique.
El cuerpo con su propia forma de comunicación nos permite manifestar aquello que nos duele, que nos angustia, que nos da miedo, en un cuerpo se manifiesta una enfermedad que quizá representa el síntoma de algo que no ha sido nombrado, pero que habla a través de éste, ya que aquello que sucede en el afuera no es ajeno a lo que sucede en el interior. Hay una estrecha relación entre la emoción no dicha y un órgano que “habla” de aquello que el sujeto no puede poner en palabras. Es ahí donde se inscribe el fenómeno psicosomático que ha de interpretarse como la expresión de una emoción que ha logrado ser dominante en el organismo.
Para terminar esta presentación me permitiré citar un viejo refrán de Hipócrates que se ha sostenido y que en estos casos resulta particularmente importante. “No hay enfermedades, sino enfermos”
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